Vi la turbación en su rostro y me fui dándole vueltas a eso. Eran tres adolescentes que regresaban del colegio al mediodía. Venían hablando agitados. Era un día de viento y lluvia de diciembre. Dos chicas y un chico. El chico parecía de origen sudamericano, un español de allí. Ellas eran de aquí. Me llamó la atención el chico porque tenía el pelo teñido de color granate. Cuando me crucé con ellos, me fijé en las raíces negras de su cabellera frondosa. Ella decía algo de su madre. Supuse que estaban planeando algo. Tal vez sea reunirse en casa de uno de los tres o ir a alguna parte juntos, a una fiesta, una quedada con más amigos o un botellón. No sé. En aquella turbación había una chica vestida de colegiala, delgada, alta y bonita. El viento despeinaba su cabello levemente rizado y sus mejillas sonrosadas proporcionaban una irradiación a su ser que me atrajo durante esos instantes en los que pude observarla fugazmente. Su expresión de confusión tal vez era porque quería decir algo qu
La realidad es lo que se puede describir con el lenguaje, es un lenguaje descriptivo, no la realidad en sí. Por eso “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” Ludwig Wittgenstein