Vi la
turbación en su rostro y me fui dándole vueltas a eso. Eran tres adolescentes,
regresaban del colegio al mediodía. Venían hablando agitados. Era en un día de
viento y lluvia de diciembre. Dos chicas y un chico. El chico parecía de origen
sudamericano, un español de allí. Ellas eran de aquí. Me llamó la atención el
chico porque tenía el pelo teñido de color granate. Cuando me crucé con ellos
me fijé en las raíces negras de su cabellera frondosa. Ella decía algo de su madre. Supuse que estaban
planeando algo. Tal vez reunirse en casa de uno de los tres o ir a alguna parte
juntos, a una fiesta, una quedada con más amigos o un botellón. No sé.
En aquella turbación
había una chica vestida de colegiala, delgada, alta y bonita. El viento
despeinaba su cabello levemente rizado y sus mejillas sonrosadas proporcionaban
una irradiación a su ser que me atrajo durante esos instantes en los que pude
observarla fugazmente.
Su
expresión de confusión tal vez era porque quería decir algo que no se atrevía a
decir, o algo impedía que se expresara, o simplemente su madre no la dejaría ir
a aquel lugar que yo había imaginado.
El
laberinto de aquella chica se convirtió en mi laberinto. Sentía compasión por
ella mientras me alejaba sabiendo que no podría hacer nada.
Y aun
sabiendo que el guion de aquel episodio solo formaba parte de mi imaginación
impulsado por la observación, y multiplicado por la curiosidad de indagar en
las vidas de mis semejantes, por muy desconocidos o extraños que fueran, sabía que
en mayor o menor medida, todo el mundo podía sufrir un acceso de investigación
apasionada y mirar por la ventana del mundo hacía la vida de los otros como si
se tratara de la escena de una novela universal, o de un film. Los actos, las
escenas, las tomas, solo forman parte de ese instante porque la vida sigue
ocurriendo y esa sola escena no se repetirá en el mismo escenario, ni en un
mismo día en el común teatro del mundo, ni en el guion que se interpreta del mundo dentro
de la mente. El cerebro va por libre y desentraña fragmentos de historias a
bocajarro.
De
cualquier manera, me pesa. Me pesa no haber podido hacer nada por aquel ser
resplandeciente que me inspiró humanidad por su inocencia y me conquistó con su
ternura y su belleza. Consiguió que me
fuera afligido, inundado de compasión y desarmado por lo irracional del asunto,
porque…
¿Qué podría
yo haber hecho por ella?
¿Cómo
podría haber tomado partido y haberla ayudado a resolver aquella situación?
¿No fue
todo aquello una escena de amor puro?
Madrid, 13
de diciembre de 2022
Antonio
Misas
Precioso!❤️
ResponderEliminarGracias 🙏🙏🙏
ResponderEliminarMaravilloso
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
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