Suena el
teléfono, es ella.
- Calle Evaristo San Miguel, 4, Ático de 2
habitaciones, 1 baño, salón comedor. Salón muy bonito y comedor agradable, y
cuelga.
Esto es lo que
me cuenta por teléfono y me envía una foto de la terraza donde hay una mesa
puesta para dos. Dos platos verdes y dos copas de vino.
Me estaba
esperando en el portal para decirme.
-
Me atrevo a soñar que es mío, de alguna manera lo es
cuando miro al edificio desde la calle. Se alza como una promesa al cielo azul
de Madrid.
Subimos en
el ascensor.
- Todo es bonito desde la puerta de entrada, y desde
el vestíbulo. El Ático es justo de ese blanco que propaga el bienestar que siempre
imaginamos cuando pensamos en las cosas buenas que nos suceden, y es de una luminosidad
que se esparce por el salón comedor, es eso mismo que te digo que pensamos, y
sonríe, y después echa una sonora carcajada, pone cara de traviesa y me dice, vamos,
ven.
Permanecemos
allí durante un momento.
Miro las
dos grandes puertas acristaladas de la terraza, están abiertas. Atravesamos el
salón comedor y al entrar en la terraza veo como la media cubierta protectora de
madera en su techo, preserva nuestra intimidad y la del edificio contiguo, no
hay por qué suponer interferencias, y sin embargo, no oculta el cielo. Vuelvo a
mirar arriba… madera, blanco y cielo.
-
Siempre quisimos tener una casa así, me dice.
La celosía atrae la sombra y engaña a la luz del sol que resplandece majestuosa para sembrar claridad a todas las estancias del ático.
Me detengo
en la cocina abierta hacía el salón comedor. Hay una vista perfecta y discreta
de la terraza, y mientras me recreo en el aroma de un frutero con nueve
manzanas me viene una nueva sensación que lo convierte en la antesala de un
futuro acogedor junto a ella.
Me gusta
pensar que es mío, ya me ha ocurrido más veces con las cosas que ciertamente me
gustan, es lo que me pasa cuando entro en la habitación principal y miro desde
la cama por la gran ventana a la terraza. Me gusta que todo se dirija hacía esa
luz como una ciudad que mira al mar.
-
Ven, túmbate conmigo en la cama y vamos a soñar que
vamos en un barco, nuestra casa será un barco, y se ríe. Luego me coge de la
mano y me lleva al baño y me dice – Es espléndido, hace unas muecas en el
espejo, junta los ojos y me sonríe con cara traviesa.
Y por
último entramos en la habitación pequeña y se tumba en la cama, me mira con
toda la alegría de sus ojos y dice – ¿A qué es fantástico?
En ese
momento suena el teléfono y ella sale corriendo a buscarlo, lo ve junto al
frutero.
_ ¡Hola
Belén! Sí, estamos en la casa, estoy con Papá. Te lo paso.
_ Hola Iván, regreso está noche de Shangay, para cenar, si, la feria ha ido bien. ¿Qué le ha parecido la casa? La he visto muy contenta cuando ha descolgado… ¿Le ha gustado a tu hija?
Antonio
Misas
01 de julio
de 2021
me gusta como escribesun beso desde mi morada
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