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Crear el mundo

Para Mike Caballero Amanece como en una pintura. El horizonte es de ese rojo fuego que a pesar de haberlo visto tantas veces, tantas veces nos sorprende.   Se va disipando como el incendio de todas las verdades que en estos días acechan a la humanidad y que tal vez, nunca serán dichas. Los hombres solemos ser previsibles en nuestro discurso, incluso me atrevería a decir que presentamos novedades sin contemplar actos creativos que aspiramos a compartir reiteradamente con aquel que nos encontramos limitándonos a la monotonía. Pienso en ti y en eso de crear el mundo que decía Michael Bennet. Me refiero a esa parte en la que dice: “Lamentablemente, casi siempre, la persona se relaciona, escucha, lee y ve aquello que reafirma lo que piensa. No es frecuente encontrar a personas que tratan de descubrir en lo otro, en lo diverso, una mayor riqueza a su pensamiento del mundo.” Y pienso en nuestras conversaciones como en un alimento… Hoy es el primer día frio de noviembre. Los arboles

november rain

  Después de los años aquel tipo volvió a mí para llenarme de reproches. Se separó de otra mujer con la que no llegó a consolidar la relación, que desde un principio, se suponía vana. Se separó de la misma manera en que un día se alejó de mí, con la cobardía de los hombres inmaduros. Perseguía incapaz un paraíso que solo podía existir dentro de su cabeza, pues era un ser atormentado en sus ideas y en su noción del amor. Parecía condenado a permanecer el resto de sus días en un mundo distorsionado. Y en la fría lluvia de noviembre me abordó con su resentimiento para producirme un dolor que yo ya había olvidado. Me despachó en una noche de tormento haciéndome sentir culpable una vez más. Ahora pienso que la última. _ ¿No crees que necesitas a alguien? Todos necesitamos a alguien.   _ Nada dura para siempre y ambos sabemos que los corazones pueden cambiar. Pude ver como vino a mí alejándose de mí desde el principio de la tarde. Cada palabra suya me llenaba de soledad y desdicha

de nada sirve la razón ni la verdad

  Amanece con niebla. No queda nada del calor asfixiante del verano y solo en la mente permanece esa percepción y certeza de un mundo enfermo, aunque la sensación de que por fin ocurra algo distinto, no cesa. Los niños acuden con mascarillas al San Pedro Apóstol arrastrando las mochilas y el ruido de las ruedas hace en la calle el mismo ruido que hacían aquellos trenes cargados de judíos que iban hacía un futuro incierto. La niebla dará paso a un bonito día soleado de otoño y el desconcierto y la duda permanecerán mientras esa luz inocente y suave replicará un día más de vida lleno de belleza para abrirnos a todos los comienzos, a todos los principios. La vida podría estar llevándonos gentilmente hacía nuestro verdadero destino, y no lo sabemos, porque como decía Esopo, la gratitud de estar vivos convierte lo que tenemos en suficiente, pero como en el lobo y el cordero, de nada sirve la razón ni la verdad.   Antonio Misas Madrid, 23 de septiembre de 2020        

la máquina del tiempo

Para Miguel Esparza, Michu. In memorian.   Nos conocimos en Padua, en el porche de la casa de Olga y Bruno, era la comunión de Sofía y Marta. Estabas allí fumando un cigarrillo liado con tu hermano Sergio. Sin más preámbulos me interrogaste pretendiendo ser un tipo molesto, de esa forma tan directa que interrogan los hermanos mayores de las chicas. Los demás sonreían viendo como ponías la máquina en marcha; fuerza en la voz y tranquilidad en los gestos hasta convertir aquel momento en un lugar acogedor. El sol de aquella mañana en Italia me parecía de un decorado de correspondencia para aquella conversación mientras hablaba contigo y tu aceptación me iba acercando a ti. Miro tus medallas en la mesa junto a tus fotos, Berlín, Roma, Atenas… son de todos esos maratones que te fuiste echando a la espalda. Ha venido mucha gente a despedirse de ti, han venido de muchos sitios, de muchas etapas de tu vida. Y todos hablan de esa alegría que llevabas siempre puesta, de toda esa bondad