Amanece con
niebla. No queda nada del calor asfixiante del verano y solo en la mente permanece
esa percepción y certeza de un mundo enfermo, aunque la sensación de que por
fin ocurra algo distinto, no cesa.
Los niños
acuden con mascarillas al San Pedro Apóstol arrastrando las mochilas y el ruido
de las ruedas hace en la calle el mismo ruido que hacían aquellos trenes cargados
de judíos que iban hacía un futuro incierto.
La niebla
dará paso a un bonito día soleado de otoño y el desconcierto y la duda permanecerán
mientras esa luz inocente y suave replicará un día más de vida lleno de belleza
para abrirnos a todos los comienzos, a todos los principios.
La vida
podría estar llevándonos gentilmente hacía nuestro verdadero destino, y no lo
sabemos, porque como decía Esopo, la gratitud de estar vivos convierte lo que
tenemos en suficiente, pero como en el lobo y el cordero, de nada sirve la
razón ni la verdad.
Antonio Misas
Madrid, 23 de septiembre de
2020
Lo que hoy puede parecernos una desgracia podría ser visto después como el mayor golpe de suerte que hayamos podido tener. Y, mientras tanto, estar vivos y ser conscientes de ello es lo mejor que podemos tener.
ResponderEliminarSiento este texto como una mezcla entre la melancolía otoñal y cierta esperanza primaveral.
¡Qué bueno leerte, Antonio! Aunque sea de tanto en tanto.
Besos y un abrazo gigante
El otoño es mi estacion preferida. A pesar de esta pesadilla, lo sigue siendo.
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