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vivir olvido

Para Eduardo      A nadie le importa nadie, pensé cuando me dijiste que te sientes olvidado por esos amigos que un día fueron tan valiosos para ti y por una parte fundamental de la familia que no acepta tu forma de vivir. Y yo me quedé en silencio, escuchándote, observándote y pensando en lo que tú pensabas, pensando en todos ellos, en sus razones, en ese egoísmo que me dices, en su indiferencia que recargan de molestia, de malestar cuando te ven y tienen que pasar unos momentos contigo. Enseguida te censuran, te reprenden y te dicen como deberías comportarte .      Me quedé pensando en esas cosas y me vinieron a la cabeza los versos del Último Fragmento de Carver, siempre me vienen: ¿Y conseguiste lo que   querías de esta vida?   Lo conseguí.   ¿Y qué querías?   Considerarme amado, sentirme   amado en la tierra. Después comimos unas anchoas saladas sin un buen trozo de pan y continuamos hablando de nuestras cosas. Madrid, 29 de marzo de 2016 Antonio Misa

morir en Idomeni

Por la Calle Alcalá doscientos cuarenta seis la vida emerge y en las profundidades de los hogares no deja de haber problemas. Tras las puertas cerradas de las casas es bien temprano para que la vida parezca bella.  Los días que no pasan no han dejado de pasar, pero hoy a las nueve y medía ya no huele a invierno, el sol brilla dentro y fuera de los edificios, y de las nubes, que son de color blanco, y del cielo, que es de ese azul definitivo de la primavera, todo es tierra y cielo. Como actores de relleno en un escenario de película; los personajes de la gente desocupada cruzan la carretera por cualquier parte. Los empleados de los bancos desayunan barritas con aceite y tomate con el olor de la primera tortilla del bar. Hoy la ciudad es un territorio más cristalino, aunque sigue recargado de indiferencia por donde avanza la vida. El autobús se detiene en la parada. El conductor se recuesta sobre el volante y observa el exterior. ¿Cuántas pulgadas mide el parabrisas de un a

todos esos tipos importantes para ti

Para Jorge Pérez Pedroche Nos fuimos. Me fui pensando en la paz y el silencio que queda en una casa después de una fiesta. En las conversaciones con la gente, en que todo estaba ya en todas las palabras pronunciadas. En el tiempo que quedaba atrás cuando se cerraba la puerta de un escenario donde hubo alegría, ilusión y ruido. Allí quedaba él, poniendo orden a los objetos para devolverlos a lo cotidiano. Me fui pensando en la gratitud que les tienes a todos esos tipos que son importantes para ti. (Antes de irme de su casa, dejé en sus manos un libro de Cheever, (bien podría haber elegido a Tobías Wolff, a Richard Ford o a Carver... yo adoraba leer a estos tipos formidables y cada vez, descubrir en su mundo, un mundo más soportable)). Solía decirme -Siempre me recuerdas aquel día...- aquel día al que yo solía referirme era el de su despedida. Cuando muchos años atrás coincidimos por los espacios renovados y enmoquetados, bajo la luz de los fluorescentes nuevos de aquel

goodbye my lover

Cruzábamos un puente interminable hacía los cayos de florida cuando la hermana de Conor me dijo, Conor ya no te necesita. Era como el desierto en el mar cuando me dijo eso. Ya no me importaba la casa de Hemingway ni llegar nunca al Caribean House. El Key West y los catamaranes dejaron de interesarme, dejó de interesarme el arrecife de coral, y hacerme una foto a noventa millas de cuba se había convertido en una estupidez. Por mí, se podían hundir en aquel mismísimo momento los cayos de Florida y sus magníficas puestas de sol. Yo amaba a Conor con todas mis fuerzas y en aquellos momentos me sentía la chica más mema del mundo, todas mis ilusiones me estaban diciendo goodbye my lover como en la patética canción de James Blunt.   Sin embargo, Conor nunca pronuncio aquellas palabras y en aquel viaje se mostró conmigo, de forma invariable, tan jovial como siempre. Después vino la despedida, lo de más de mil veces que dijo que me escribiría y ninguna lo cumplió. Creo que decidió no