Cruzábamos un puente interminable hacía los cayos de florida cuando la hermana de Conor me dijo, Conor ya no te necesita. Era como el desierto en el mar cuando me dijo eso. Ya no me importaba la casa de Hemingway ni llegar nunca al Caribean House. El Key West y los catamaranes dejaron de interesarme, dejó de interesarme el arrecife de coral, y hacerme una foto a noventa millas de cuba se había convertido en una estupidez. Por mí, se podían hundir en aquel mismísimo momento los cayos de Florida y sus magníficas puestas de sol. Yo amaba a Conor con todas mis fuerzas y en aquellos momentos me sentía la chica más mema del mundo, todas mis ilusiones me estaban diciendo goodbye my lover como en la patética canción de James Blunt.
Sin
embargo, Conor nunca pronuncio aquellas palabras y en aquel viaje se mostró
conmigo, de forma invariable, tan jovial como siempre. Después vino la
despedida, lo de más de mil veces que dijo que me escribiría y ninguna lo
cumplió. Creo que decidió no escribirme para crear esa especie de efecto verdugo
tan nefasto que vive en el silencio. Al principio no pude evitar que mi mente
de cretina adolescente juntara esas palabras que me dijo su hermana; Conor ya
no te necesita.
Madrid, 31 de enero de 2016
Antonio Misas