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En alguna parte de alguien que se acerca a ti está el mar

Para mi amigo Felipe Castro El viento levantaba su falda. Desde abajo de la escalinata la miraba agradecido y pensaba que ellas eran una magnífica razón para llevar mejor la vida. Castro miraba a Violeta y a la pequeña Laura y sabía que no había mejores razones por las que pasar por este mundo.     Tal vez recordaba otros tiempos en los que se sintió rechazado, despreciado y hasta fracasado en su primera juventud. Luego, aquel jefe; "Perico el Gordo" que le amargaba los días… otros tiempos, otros tiempos en los que Carolina le dijo: ¡Ya no te quiero!  Y para él, ahí mismo, ahí mismo empezó esto de ahora… En la escalinata de la Iglesia de San Roque el viento levantaba su falda y a Castro, Violeta, le parecía  brisa fresca,   el Mar .  Madrid, 31 de agosto de 2012 Antonio Misas

“Con Franco se vivía mejor”

Un día de pronto la abuela dejó de comunicarse con mi madre para siempre. Mi madre me contó que fue desde que la exhumaron para reunir sus huesos con los del abuelo.  Este asunto nos cogió a todos por sorpresa, al igual que el hecho de que mi madre encontrara muy pronto alguien que pudiera sustituirla, por lo menos, hasta recuperar la conversación perdida.  El más sorprendido fue el marido de mi hermana, pues fue su madre la que desde el más allá había contactado con la nuestra.   Mi madre siempre había convivido con el miedo, pero hablar con los muertos no le suponía ningún recelo, le resultaba de lo más natural.   Después de los años he dejado de buscar explicación a estos asuntos, ni siquiera pienso ya que se le haya ido un poco la cabeza. Me acuesto pensando en ella y la busco en aquellos maravillosos años ochenta de nuestra adolescencia para oírla decir una vez más aquello de que… “con Franco se vivía mejor”. Madrid, 21 de agosto de 2012 Antonio Misas

El presidente erudito y el electricista que no quiso ser Errol Flynn

El presidente del gobierno salía en el televisor devolviendo el Códice Calixtino a la Catedral de Santiago. En la barra del bar, un tipo decía que un presidente así, se dispersaba. El arzobispo le parecía un perfecto idiota pueblerino y si no fuera por el oficio del electricista, aquel, podría haber sido alguien como el legendario bandido de la edad media, que, aunque pudo, este forajido, no quiso ser Robin Hood. El camarero gordo, de piel pálida, se le pareció a aquel que escribía artículos en Libertad Digital, y que alumbraba a la gente de derechas en "la linterna", cuando le sirvió otra jarra de cerveza y puntualizó: La erudición es otra cosa, el presidente solo es polivalente. El televisor siguió dando las noticias, ahora hablaban de los recortes, el BCE y mediados del dosmiltrece.   Todos miramos a aquel tipo, pero el tipo se puso la jarra de cerveza helada en los labios y todo fue silencio en la barra de aquel bar. Tras el escaparate se podía ver co

En los ojos de ella ya no quieres ser tú…

En aquellos días descubrió otra parte de su ser en la que no se reconocía. Un lugar desconocido en el abismo humano. Ideas oscuras en el espejo y un rostro que ya no le correspondía, no, hasta que asimilara aquella nueva forma monstruosa que le hacía sudar en las primeras noches del verano. Habían pasado quince días desde lo de la borrachera con sus amigos. Él ya no podría olvidar nunca la imagen de sí mismo que ella le ofreció con tanta rabia. Él se ponía una y otra vez en los ojos de ella para proyectar su propia imagen y sentía vergüenza y odio. Se despreció como nunca antes hubiera podido imaginar. Al salir con las maletas por la puerta, miró la casa por última vez, dejó las llaves en el taquillón y se detuvo en aquel recorte de revista. No hacía mucho tiempo que lo había cortado y pegado con papel de celo en la madera de la puerta, a la altura de los ojos, junto a la mirilla, con la intención de verlo cada vez que saliera al mundo:  “El optimismo cura”. Madrid,