El
presidente del gobierno salía en el televisor devolviendo el Códice Calixtino a
la Catedral de Santiago.
En la barra
del bar, un tipo decía que un presidente así, se dispersaba. El arzobispo le
parecía un perfecto idiota pueblerino y si no fuera por el oficio del
electricista, aquel, podría haber sido alguien como el legendario bandido de la
edad media, que, aunque pudo, este forajido, no quiso ser Robin Hood.
El camarero
gordo, de piel pálida, se le pareció a aquel que escribía artículos en Libertad
Digital, y que alumbraba a la gente de derechas en "la linterna",
cuando le sirvió otra jarra de cerveza y puntualizó: La erudición es otra cosa,
el presidente solo es polivalente.
El
televisor siguió dando las noticias, ahora hablaban de los recortes, el BCE y
mediados del dosmiltrece.
Todos miramos a aquel tipo, pero el tipo se puso la jarra de
cerveza helada en los labios y todo fue silencio en la barra de aquel bar.
Tras el escaparate se podía ver como el viento que soplaba en Madrid,
aliviaba el calor del verano.
Madrid, 9 de julio de 2012
Antonio Misas