Para Laura Olave Aquel tipo grande y gordo no se agarraba a nada. El vagón estaba casi vacío. Mantenía el peso de su cuerpo con sus piernas. Aquello le hacía gesticular, poner caras. La chica iba repasando notas cuando levantó la mirada y vio los ojos del tipo en los suyos. Vio la cabeza rapada del tipo grande y gordo con pantalones militares y camiseta negra. Imaginó un cuchillo en sus manos. El tren paró. Se levantó a toda prisa y amagó antes de salir, él, amagó también sin dejar de mirarla y ella saltó al andén un instante antes del pitido que advierte que las puertas se cierran y corrió con todas sus ganas sin mirar atrás. El tipo la siguió con la mirada y la vio desaparecer cuando el tren entró en el túnel. Se quedó solo en el vagón, se sentó y sacó un libro de uno de los bolsillos del pantalón y lo abrió cuando Ignatius Reilly decía "El optimismo me da nauseas, es perverso". Madrid, 2 de septiembre de 2010 Antonio Misas
La realidad es lo que se puede describir con el lenguaje, es un lenguaje descriptivo, no la realidad en sí. Por eso “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” Ludwig Wittgenstein