Aquel tipo grande y gordo no se
agarraba a nada. El vagón estaba casi vacío. Mantenía el peso de su cuerpo con
sus piernas. Aquello le hacía gesticular, poner caras. La chica iba repasando
notas cuando levantó la mirada y vio los ojos del tipo en los suyos. Vio la
cabeza rapada del tipo grande y gordo con pantalones militares y camiseta
negra. Imaginó un cuchillo en sus manos. El tren paró. Se levantó a toda prisa
y amagó antes de salir, él, amagó también sin dejar de mirarla y ella saltó al
andén un instante antes del pitido que advierte que las puertas se cierran y
corrió con todas sus ganas sin mirar atrás. El tipo la siguió con la mirada y
la vio desaparecer cuando el tren entró en el túnel.
Se quedó solo en el vagón, se
sentó y sacó un libro de uno de los bolsillos del pantalón y lo abrió cuando
Ignatius Reilly decía "El optimismo me da nauseas, es perverso".
Madrid, 2 de septiembre de 2010
Antonio Misas
Antonio Misas