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No hay metro en Sarajevo





Para Laura Olave

Aquel tipo grande y gordo no se agarraba a nada. El vagón estaba casi vacío. Mantenía el peso de su cuerpo con sus piernas. Aquello le hacía gesticular, poner caras. La chica iba repasando notas cuando levantó la mirada y vio los ojos del tipo en los suyos. Vio la cabeza rapada del tipo grande y gordo con pantalones militares y camiseta negra. Imaginó un cuchillo en sus manos. El tren paró. Se levantó a toda prisa y amagó antes de salir, él, amagó también sin dejar de mirarla y ella saltó al andén un instante antes del pitido que advierte que las puertas se cierran y corrió con todas sus ganas sin mirar atrás. El tipo la siguió con la mirada y la vio desaparecer cuando el tren entró en el túnel.

Se quedó solo en el vagón, se sentó y sacó un libro de uno de los bolsillos del pantalón y lo abrió cuando Ignatius Reilly decía "El optimismo me da nauseas, es perverso".



Madrid, 2 de septiembre de 2010
Antonio Misas