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Despunta la mañana entre el ruido relativo de las flores

 

Lo veo desde detrás de la vidriera, es invierno y hace frío. Es enero y empieza el alboroto de los colegios y en la arteria principal de corralejos las madres amontonan sus vehículos para estacionar a sus hijos en el San Pedro Apóstol.

El conserje saca la máquina infernal de soplar hojas y se concentra en resoplar una hoja por el patio del colegio. Parece que el tiempo imperceptible se ha invertido y se ha alojado en una disquisición, en la de lo relativo, y resuena convertido en un tornado sempiterno.

Ángel me dijo una vez con cara de cristo de la piedad que era una persona con discapacidad y yo pensé en lo del tonto y la tiza. Me dijo que lo disculpara por esa razón y porque estuve llamando al San Pedro Apóstol para quejarme de la afición de su conserje a la máquina perniciosa.

Nunca nadie me cogió el teléfono, supongo que porque no se podía oír. Así que pensé en lo que me dijo Ángel y en el cristo de la piedad y no volví a llamar.

A partir de entonces sobrellevo ese ruido que hace el conserje y contengo la tensión que me provoca, pero hay días que me agobia y origina trastornos psicológicos más o menos graves…

Lo soporto hasta que el sol calienta cada palmo de mi piel, cada hueco de mis huesos, cada muerto en la cuneta, y cada herida.

Madrid, 18 de enero de 2022

Antonio Misas

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