…al día siguiente me desperté y sentando en el borde de la cama pensé que sería ahora imprescindible no pensar . No pensar en nada. Miré por la ventana como si pudiera averiguar algún indicio de la que iba a ser la semana más calurosa del verano e intenté hacer como si por mi vida no pasará nada que pudiera alterarla. Pero no me lo podía quitar de la cabeza, veía a la juez cuando se dirigía a mí y a la fiscal que no dijo nada durante toda la vista. O a mi abogada de oficio cuando me aconsejaba ocho meses, dos días y cuarenta días más de trabajos comunitarios. O me veía a mí a las puertas del cielo en un pasillo de la segunda planta del Juzgado de la Plaza de Castilla entre tipos endemoniados enseñando sus brazos tatuados, mujeres magrebíes acarreando a sus hijos que me hacían participe de sus cosas, o abogados mal vestidos aconsejando aceptar penas acordadas a clientes desorientados. Estaba metido en mi destino y este se estaba escribiendo en la secretaría de aquel juzgado po
La realidad es lo que se puede describir con el lenguaje, es un lenguaje descriptivo, no la realidad en sí. Por eso “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” Ludwig Wittgenstein