y mientras recorro los pasillos
del suburbano metido en el abrigo, con el portátil colgado al hombro, pensando
que pensamos en como adornar los momentos menos gratificantes de nuestra vida y
observando a la gente dispar que va leyendo, me voy mezclado con estos
disparates que surgen de las ideas por interminables escaleras mecánicas que me
trasportan al exterior.
Cualquier novela es un guión de
cine no adaptado y como dice Memba cuando habla de Lovecraft; “En mayor o menor
medida, la creación literaria siempre obedece a las obsesiones de su autor”,
así mismo nuestra vida llena de adornos trascurre en un metraje, basado en un
guión que nos vamos inventado para no hacernos la pregunta de cómo hemos de
vivir, y seguir viviendo como nos viene. Incapaces también, en menor o mayor
medida, de rozar la creación literaria, al menos, la apreciada por los
intelectuales al uso en esta cosa de los blogs donde nos refugiamos después de
haberlo dado casi todo por perdido.
Salgo por la boca del metro de
tribunal, bajo por Divino Pastor y le compro pan a la China. En Manuela
Malasaña entro en el Maravillas a sacar tabaco porque la máquina acepta
billetes y cuando salgo todo el mundo está fumando fuera y les importa tres
cojones la educación, no me dejan pasar, y empiezan a caérseme los adornos, las
ideas disparatadas en blanco y negro, y el seguimos viviendo como nos viene lo
cambio por, cómo nos dejan los que imitan a aquello que decía Unamuno ¡Que
inventen ellos!.
Y me veo enervado e inmerso en
otra película. Así son los padres de la patria ésta en la que nacimos, muy
capaces de aspirar al poder, pero nada más. Incapaces de crear un lugar
apacible donde convivir porque no saben, y piensan que aislarse de la comunidad
internacional supone estar perdido pero, si todo esto que pienso es cine, yo
quiero que nos gobierne Orson Welles y que en esta película también haya un
Charles Foster Kane y antes de morir vuelva a decir: “Rosebud”.
Madrid, 15 de enero de 2011
Antonio Misas