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La despedida de Mikel

Entramos en el Pigmalión. El negociador era Vincent y después de muchos intentos no fue posible; aquellas señoras, cada una de ellas, nos cobraban cien mil pesetas por una noche desenfrenada para Mikel. Apuramos las copas y salimos a la calle.

La novia de Mikel estaba ya de ocho meses y la boda era inminente, decidimos pasar a recogerle por Bilbao y bajarnos a Madrid, perdernos por Madrid.

A la salida de Pigmalión nos abordó un tipo con papeles en la mano. Vincent acordó con él que nos invitaban a unas copas. Aquel tipo debió de pensar que éramos un equipo de futbol. Mikel iba en el coche que conducia Vincent, con los otros, y con aquel tipo. Los demás íbamos en el otro apretados y entre el humo de los porros. Llegamos a una calle cualquiera del Viso y aparcamos en la puerta de un chalet, nos bajamos descojonándonos de risa y entramos en fila india. Dentro, nos metieron en un salón y empezaron a desfilar las chicas en ropa interior. La madame iba diciendo sus nombres. Entonces Mikel eligió a la chica gordita, a la más vestida, a la rubia, a la de la cara de ángel. Aquella chica tenía un parecido monumental con su novia.

Vincent, volvió a negociar y le sacó dos horas por cuarenta mil, entre tantos, tocaba a poco, así que pedimos unas botellas de güisqui y seguimos dándole a la maría. Mikel, era el que más ciego estaba, apuró la copa, dio unas caladas y se fue con ella...

Entraron en la habitación y Mikel se quito la ropa a toda prisa y se tumbó en la cama. La luz era tenue. Ella se desnudó y se subió encima de él. Cuando Mikel vio que aquella mujer llevaba un esparadrapo cubriendo su pezón derecho, cerró los ojos y le dijo,... quiero que me des un poco de tierra para taparme.

Madrid, 5 de enero de 2011
Antonio Misas