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“Objetivo Birmania”

  Para Car G. Lang y Tín Romero.   La leve brisa se va llevando nuestras palabras y mientras él desarrolla para nosotros (en el cine de su ironía) a un personaje cualquiera de su oficina, ella le mira con esa expresión con la que siempre se admira a un ídolo del comic. Ya se han encendido las farolas del jardín y el murmullo del agua de la piscina existe para ser el sonido de un rio que nos lleva. Para remediar este reducido espacio en el que nos encontramos veo mapas de indochina en su relato, la veo a ella preparando el viaje de forma minuciosa. Veo vietnamitas en pasadizos secretos y cuevas infinitas. Hay campos de arroz y miles de chinos en motos, y en las noticias de un telediario del setenta y tres veo un carro de combate abandonado en un campo de arroz.     La ola de calor ha venido otra vez a esta parte del hemisferio norte y nosotros bebemos cerveza en la noche del jardín cuando, como cada noche, Travis ha venido a saludarnos ( You talkin' to me?) y a retozar

La presencia siempre inalterable de los Mochuelos…

Para Cari y Clara Escucho tu mensaje y con toda la alegría de tu voz, me dices: Hoy me he acordado tanto de ti… porque he ido a un restaurante que es un palacete y me ha recordado cuando estabas en Prosegur y te ibas a hacer visitas a los amigos que tenían restaurantes… Y la nostalgia me agarra fuerte el corazón y pienso en la Resonancia Schumann, en el sonido de la tierra que escuché esta mañana a primera hora y me puso esa expresión que lleva la gente feliz, como tú cuando me hablas ahora, y sabía que hoy, hoy solo me ocurrirían cosas buenas. Quién nos iba a decir que hoy tendrías un hijo con aquel tipo guapote que cada día te miraba abrumado por tu belleza. Todos los días a las puertas de aquella empresa te hablaba con la mirada y no se atrevía a decir palabra, nunca te decía nada. Quién nos iba a decir que aquel hombre cohibido por tanta hermosura, por tu cara tan bonita, se iba a convertir tiempo después en el padre de tu hijo e iba a ser una parte de esa felicidad que tienes... y

Dos platos verdes y dos copas de vino

  Suena el teléfono, es ella. -    Calle Evaristo San Miguel, 4, Ático de 2 habitaciones, 1 baño, salón comedor. Salón muy bonito y comedor agradable, y cuelga. Esto es lo que me cuenta por teléfono y me envía una foto de la terraza donde hay una mesa puesta para dos. Dos platos verdes y dos copas de vino. Me estaba esperando en el portal para decirme. -    Me atrevo a soñar que es mío, de alguna manera lo es cuando miro al edificio desde la calle. Se alza como una promesa al cielo azul de Madrid. Subimos en el ascensor. -   Todo es bonito desde la puerta de entrada, y desde el vestíbulo. El Ático es justo de ese blanco que propaga el bienestar que siempre imaginamos cuando pensamos en las cosas buenas que nos suceden, y es de una luminosidad que se esparce por el salón comedor, es eso mismo que te digo que pensamos, y sonríe, y después echa una sonora carcajada, pone cara de traviesa y me dice, vamos, ven.   Permanecemos allí durante un momento. Miro las dos grandes

Despunta la mañana entre el ruido relativo de las flores

  Lo veo desde detrás de la vidriera, es invierno y hace frío. Es enero y empieza el alboroto de los colegios y en la arteria principal de corralejos las madres amontonan sus vehículos para estacionar a sus hijos en el San Pedro Apóstol. El conserje saca la máquina infernal de soplar hojas y se concentra en resoplar una hoja por el patio del colegio. Parece que el tiempo imperceptible se ha invertido y se ha alojado en una disquisición, en la de lo relativo, y resuena convertido en un tornado sempiterno. Ángel me dijo una vez con cara de cristo de la piedad que era una persona con discapacidad y yo pensé en lo del tonto y la tiza. Me dijo que lo disculpara por esa razón y porque estuve llamando al San Pedro Apóstol para quejarme de la afición de su conserje a la máquina perniciosa. Nunca nadie me cogió el teléfono, supongo que porque no se podía oír. Así que pensé en lo que me dijo Ángel y en el cristo de la piedad y no volví a llamar. A partir de entonces sobrellevo ese ruido

Del techo del Sea Grill cuelga un olivo al revés

  Para Paco y Nati Ya es de noche cuando el tren sale de la estación de Málaga. El traqueteo suave del tren nos lleva hacia esa oscuridad profunda que siempre me ha parecido tan hostil hasta el punto de producirme cierto desasosiego. El reflejo de mi rostro en la ventana va dejando en la máquina de la memoria los tres últimos mejores días de mi vida…   Alguien saluda a Paco con solo un ademán, hace un gesto de las cejas hacía arriba, y Paco sonríe y le devuelve el saludo. Después todo gira a nuestro alrededor como si un camarógrafo envolviera nuestras vidas y las hubiera inventando hace cuarenta años para mostrárnoslas hoy. Me observo desde lo alto del olivo y desde arriba, desde sus ramas nos veo brindando por nuestra amistad con el negroni sbagliato que nos acaban de traer y levantando la copa miro a los ojos negros de Nati, miró a mi amigo y después a Vero que sonríe disfrutando con esa ilusión que le hace estar en sitios nuevos, diferentes, exclusivos, rodeada de buenos amig