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El último Boeing 787-800 de Air Europa, majestuoso y azul

                         Para Veni, para que pronto vuelva a firmar. En estos días intento escuchar música para sentirme libre. Música de esa que hay para intentar vibrar alto y evitar que esta situación siga pudriéndome. En «Sic transit gloria mundi» estallé, no lo pude evitar. Vivo en una voluntad que a veces me devora y me imposibilita para hacer frente a la herencia de mi padre. Ese atrevimiento, me aturde. En este tránsito hay un poco de locura y en el canal de Musicoterapia se sube música que escucho y me calma. Lo definen así: «Solfeggio 852 Hz, música de la felicidad para sentirse libre y eliminar los miedos de tu subconsciente a 432hz.» Tiene algo de Tranxilium cinco miligramos. Veo  las calles en calma entre las luces tenues de las farolas.  Veo la vida detenida desde la mesa vieja de la terraza. Me siento a tomar café y a fumar esperando una vez más la alborada.  Apenas llegan aviones al aeropuerto viejo de Barajas. Hay un halo en ese nada que

«Sic transit gloria mundi»

                                                                                    Así pasa la gloria del mundo y así hace que en estos días lo deteste.   He salido a aplaudir dos días… y mientras lo hago, me digo ¿Pero, qué cojones aplaudo? Me niego a volver a intentar seguir la corriente mediática igual que siempre me he negado. Ir detrás de las cosas a las que nos invitan los idiotas del telediario hace que me sienta un puto inválido, simplemente no valgo para eso. Incapaz de seguir La moda, la tendencia y todas esas estupideces que son armas de administración y lobotomía masiva, desnutren intelectualmente al individuo y hacen que la gente pierda el verdadero sentido de las cosas ¿Es que nadie tiene ya criterio? Siempre me parecieron patéticos esos tipos del Dúo dinámico con su puto resistiré o quince años tiene mí amor, los he detestado desde niño, toda su puta vida han aparecido en los programas de navidad vestidos con chalecos rojos y pantalones blancos ajustados ma

volver a cobijarme, en la tarde, y en ti.

                                     Para Verónica    Sabía que la existencia me llevaría a incuestionables comodidades, y aunque allí me sentía simple y estúpido, siempre pensé que no haría nada importante en la vida, había nacido para disfrutar y contemplar el acontecer del tiempo, para estar en cosas sin importancia que no me llevarían a ningún lugar. Vivir sin responsabilidades mayores.  Pensar en una tarde de verano. Pasaba el tiempo y seguía sin saber adónde dirigirme. Me mentía con eso de simplificar la vida. Tenía en la cabeza ideas que aplazaba cada día y lo cambiaba por un bienestar en el que permanecía sentenciado en un tiempo muerto. Volvía siempre a un espacio estéril, y a un existir estéril. Sabía que por ese camino la vida me llevaría sometido arrastrándome a otras voluntades. Vivir era eso, en otro tiempo fue eso y no estoy seguro de si lo seguirá siendo porque todo está infectado de pasado. El tiempo ha cambiado mi mente y con ello, la percepción de

la magnitud del mundo

                                                                                             Entrar en el club me causó infinita tristeza. La navidad se quedó atrás con el diecinueve y una comida. En esa comida volví a ver a unos cuantos buenos amigos que hice en ese club cuando debía tener treinta siete o treinta y ocho años, y un planteamiento de vida, burguesa. Aquellos años los recuerdo con alegría trágica porque descubrí que no quería vivir así. La vida entonces me venía con esa sensación en la que te sientes enterrado. Era una recreación difícil de asimilar. Este día estaba agotado. El estómago me lo recordó pronto. El insufrible ardor que padezco, con el primer vermú, se disparó. La angustia física que me produce no me dejaba atender a nada, estar en nada. Puede que también estuviera triste, hay cosas que se me escapan cuando no llego a hacer lo que quiero y no sé si lo que quería ese día era estar a solas con el monstruo que llevo dentro de mi estómago, o allí dándole v

escupir al pasado

Para Álvaro                                                  Álvaro Misas Miro el grafiti de mi hijo, que hoy cumple diecisiete años, y aspiro profundamente el olor del queroseno.   Durante unos días el olor del queroseno ha ocupado el aire de la Calle Balcánica. Decir queroseno es pasar a pensar con holgura. Esta madrugada mirando al cielo que cubre el aeropuerto, pienso en cuando tuve   veinticinco, en cuando vivir todavía tenía esa impresión de descubrimiento. Pienso en ese olor que entraba en mi nariz para contaminar mi vida de libertad. Aviones, que para mí, entonces, ya eran naves espaciales que surcaban cielos. Mirar al cielo desde el cielo. Decir porvenir era escupir al pasado. Las cosas nuevas habían empezado en aquella oportunidad de vida nueva que empecé a los veintiuno cuando vine a vivir a Madrid. No sé cuándo me perdí, cuando deje de apreciar así la vida. Todo volvió a ser un serio disparate. Cuándo la estrechez, en todas sus posibles formas me arreb

A partir de ti

Para Clara «La bondad es el punto más elevado de la inteligencia» «Espacio Suma No Cero» José Miguel Valle.   Clara llegó en octubre del dieciocho. Nosotros, Cari y yo, habíamos llegado al final de la primavera. Yo ya había empezado a sentirme como Jack Lemmon en "Éxito a cualquier precio". En aquella oficina que a mí me parecía destartalada había contables del Santander, equipos femeninos de televenta y comerciales de calle. Entre todos ellos, había alguna que otra chica cuya simpatía era una trinchera donde resguardarse, pero el primer día que llegué fue para mí un lugar Kafkiano. ¿Por qué no lo iba a ser para ella? Yo hubiera pensado eso de, dios mío dónde me he metido. Y sin embargo, eligió la oportunidad de conocernos a todos, sin excepción.   Y a mí estos meses se me fueron haciendo días a medida que la iba conociendo. Y siempre he pensado que su amistad llegó a nosotros como un regalo.   Conocer su bondad, convivir con su generosidad y al

Siete

Para Cari Martínez Meyer Iba en el coche amarillo escuchando la radio y le di para que buscara otra emisora. Pronto captó un programa en el que un tipo hablaba de cine. Me quedé porque hablaba de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? El libro de Philip K. Dick que fue llevado al cine como Blade Runner. El tipo tenía una voz bonita y decía cosas como  “El vacío existencial nos conduce al vértigo de la vanidad”. No voy a ocultar que pensé en ti, que quise buscar un motivo, pero el tiempo se me fue en conducir y la sintonía se perdió. Me puse a darle un repaso a lo que me has dejado conocer de ti, a la vida de esa buena amiga que eres. De pronto estaba conduciendo por la eme treinta, escuchando el ruido de una emisora desintonizada y creando páginas para nuestro “Planeta Lurton”. Especulé y me pregunté cuándo empezaste y por qué razón entregabas tu tiempo y tu vida a los animales, si eso no sería evadirse de algo para llenar un vacío. ¿Hasta dónde podría reconf