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"El conformismo es el veneno que mata los sueños"

Lo dice Ignatius J. Reilly en "La conjura de los necios" , esa sátira que critica la sociedad estadounidense de la década de 1960, novela de John Kennedy Toole , que escribió en los primeros años 60. No pudo publicarla y, dicen que frustrado, se suicidó en el 1969, tenía 32 años. Su madre intentó publicarla en unas cuantas editoriales y siempre acababa en la papelera. En 1980, cuando casi tenía 80 años, el escritor Walker Percy se interesó por la novela y una editorial universitaria de Louisiana la publicó sin demasiadas expectativas, aunque en unos meses, el éxito fue enorme, y en 1981 ganó el premio Pulitzer. Ignatius J. Reilly, personaje de la novela, deja perlas como esta del título: "El conformismo es el veneno que mata los sueños" o "La resignación es el último refugio de los cobardes"... Últimamente veo muchas historias que hablan de #Liderazgo contando cómo debe ser... y todas están tan llenas de eufemismos... que me recuerdan a Ignatius J. Reil
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“Lágrimas en la lluvia”

  ¿Estamos ante una nueva era de la robótica? hashtag # LinkedInNoticiasTecnología   hashtag # LinkedInNoticiasEspaña “¿SUEÑAN LOS ANDROIDES CON OVEJAS ELÉCTRICAS?” Tengo un par de ejemplares del libro de PHILIP K. DICK y he visto unas cuantas veces la mejor película de Ridley Scott ; 'Blade Runner'. Me apasiona el futuro decadente que muestra, la relación de los humanos con los replicantes, esos orgullosos androides de última tecnología que luchan por su supervivencia… y en estos días me pregunto si la combinación de la Inteligencia Artificial del futuro, la IoT del futuro o la quinta o la sexta, o la séptima… generación de tecnologías de telefonía móvil llegarán a desarrollar humanoides con tanta precisión que sean tan parecidos a nosotros que no podamos distinguirlos porque desarrollen hasta los más ocultos sentimientos del ser humano, ¿Se parecerán tanto a nosotros que no seremos capaces de distinguirnos o diferenciarlos? En la industria ya han entrado de lleno y hasta se

Hoy te he visto en el futuro

A María Había repartido tanta bondad entre los suyos, que nunca pensó que aquellos que recibieron esa bondad le devolvieran tanta traición. La desesperación rondaba su cabeza como una nube gris en la viñeta de la vida, y entre lágrimas y desconsuelo se sentía una caricatura de sí misma, un bosquejo que hizo dios, y no comprendía que los demás, con una sola mirada, pudieran ver todo lo que ella hacía bien. No le bastaba porque se difuminaba entre sus lágrimas y sus ojos desprendían el suero amargo del vivir, no había placebos en la realidad que observaba, en las palabras de aquellos que hoy le hablaban, y en esos momentos solo veía un señuelo en la parodia de la existencia para hacerla sentirse muy pequeña, y ese sufrimiento que siempre la estaba rondando, pensaba, no se alargaría mucho más de cinco años. Yo veía una madre buena, una mujer que una vez fue la esposa que buscó la felicidad en cada rincón de un matrimonio fracasado, una buena hija… tenía un buen trabajo al que no llegaba

METRO

Para Julio Pulido Moulet y Juan Cristobal La niña entra en el vagón acompañada de un niño algo mayor que ella, dos mujeres y un hombre. Tendrá doce años. Yo estoy sentado y ella se sitúa frente a mí. Se agarra a la barra. Una bolsa de tela con los colores del arco iris cuelga de su hombro. Habla en catalán con una de las mujeres. Está claro que son su familia. No sabría decir si la señora con la que habla es su madre, aunque más bien parece su tía o una amiga de sus padres. Su cara tiene una expresión adulta y entonces puedo verla en el futuro. Voy leyendo «LA FIESTA DEL CARNAVAL» un poema de Julio Pulido Moulet: No será que la vida/ es una farsa, un engaño, / y tan solo hay un día/perdido en el calendario/ en el que somos reales/ porque vamos disfrazados… A la chica del pelazo la veo de espaldas, es alta, me recuerda a ti. No veo que es china hasta que se da la vuelta. La del gorro canela de NY, también me recuerda a ti. No la puedo ver bien, se ha puesto de lado. Ahora voy leyendo «5

La vida era un sueño de otros

  Mario es un tipo que se levanta temprano para ir a trabajar. Está pasando por una mala racha. Es enamoradizo, pasional, obsesivo y un poco desastre con su vida. Luisa es su jefa, su novia Helena, la abandonó y se fue con un tipo del barrio. Está dolida, decepcionada y sigue enamorada. Las confidencias de Luisa despiertan los sentimientos de Mario más allá de la amistad. Leo es un tipo joven y ambicioso, ávido de reconocimiento. Es gracioso, fanfarrón y le gusta alardear de sus conquistas. Se lo cuenta todo a Mario y este lo airea para hacer la gracia, sin embargo, en el fondo, Mario siente respeto y admiración por él. Richard es el jefe de todos, es un tipo con ganas de triunfar, pero los negocios no le acaban de ir bien. Victoria Mayo es actriz… estudió con Helena y durante un tiempo trabajó con Luisa. https://amzn.eu/d/bfeuQNM

La presencia, de todas formas, la ausencia.

La muerte de mi padre no me trajo pena, ni dolor, ni llanto, sólo una sensación de confusión. No me había detenido a imaginar, nunca a pensar como sería ese día, no lo sabía, aunque sabía que no lloraría. En primera instancia sentí paz y supe que él también la había encontrado allí donde hubiera ido. Cuando regresé a casa, pensé en el rencor de mi hermana mayor. Ella me dijo, te vas a arrepentir. No quise ir a verlo durante el verano, la última oportunidad que pude verlo con vida, no quise. Ahora pienso que nunca me lo perdonará. Cuando salí de la ducha limpié el espejo empañado por el vapor, y cuando volví a mirarme vi un rostro dibujado. Un escalofrío subió por mi espalda hasta la nuca, volví a sentir confusión. Pensé que no se había ido y que no me dejaría en paz, ¿sería una señal? ¿Tendría razón la mayor de mis hermanas? Desde ese día noto una presencia que va empañando mis días, importunándome lentamente, llevándome, jodiéndome el momento. No tengo muy claro de quién ser

El síndrome del impostor

Para mi amigo, Rafa R. Añino Y cuando todo eso pasaba, veía la lamparita encendida esperándole en el pasado, y una explosión de afecto asaltaba su corazón mientras alcanzaba el umbral del hogar de sus padres como un efímero, único y último consuelo. Y aun sin querer saber desde cuando perdió la fe, seguía preguntándose quién, o qué razón le llevó y le empujó a ese abismo y por qué hoy seguía buscando la causa, mientras recreaba episodios de evocación y memoria, junto al pequeño de sus hermanos, queriendo permanecer en ese tiempo pretérito donde la felicidad daba forma al sentido de los días. Y acudía a esa memoria, para reencontrase con su otro yo, con aquel que en el pasado vivió episodios ya irrepetibles, en los que la lamparita era un faro en la tormenta de las interminables esperas de una madre.   Pero el guion de su vida le había traído esto y aunque una maravillosa sonrisa dominaba su expresión, permanecía en el abismo y fingía ser alguien que no era. Se sentía obligado a