Suena el teléfono, es ella. - Calle Evaristo San Miguel, 4, Ático de 2 habitaciones, 1 baño, salón comedor. Salón muy bonito y comedor agradable, y cuelga. Esto es lo que me cuenta por teléfono y me envía una foto de la terraza donde hay una mesa puesta para dos. Dos platos verdes y dos copas de vino. Me estaba esperando en el portal para decirme. - Me atrevo a soñar que es mío, de alguna manera lo es cuando miro al edificio desde la calle. Se alza como una promesa al cielo azul de Madrid. Subimos en el ascensor. - Todo es bonito desde la puerta de entrada, y desde el vestíbulo. El Ático es justo de ese blanco que propaga el bienestar que siempre imaginamos cuando pensamos en las cosas buenas que nos suceden, y es de una luminosidad que se esparce por el salón comedor, es eso mismo que te digo que pensamos, y sonríe, y después echa una sonora carcajada, pone cara de traviesa y me dice, vamos, ven. Permanecemos allí durante un momento. Miro las dos grandes
La realidad es lo que se puede describir con el lenguaje, es un lenguaje descriptivo, no la realidad en sí. Por eso “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” Ludwig Wittgenstein