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Mostrando entradas de 2022

El síndrome del impostor

Para mi amigo, Rafa R. Añino Y cuando todo eso pasaba, veía la lamparita encendida esperándole en el pasado, y una explosión de afecto asaltaba su corazón mientras alcanzaba el umbral del hogar de sus padres como un efímero, único y último consuelo. Y aun sin querer saber desde cuando perdió la fe, seguía preguntándose quién, o qué razón le llevó y le empujó a ese abismo y por qué hoy seguía buscando la causa, mientras recreaba episodios de evocación y memoria, junto al pequeño de sus hermanos, queriendo permanecer en ese tiempo pretérito donde la felicidad daba forma al sentido de los días. Y acudía a esa memoria, para reencontrase con su otro yo, con aquel que en el pasado vivió episodios ya irrepetibles, en los que la lamparita era un faro en la tormenta de las interminables esperas de una madre.   Pero el guion de su vida le había traído esto y aunque una maravillosa sonrisa dominaba su expresión, permanecía en el abismo y fingía ser alguien que no era. Se sentía obligado a

Lolita

Vi la turbación en su rostro y me fui dándole vueltas a eso. Eran tres adolescentes, regresaban del colegio al mediodía. Venían hablando agitados. Era en un día de viento y lluvia de diciembre. Dos chicas y un chico. El chico parecía de origen sudamericano, un español de allí. Ellas eran de aquí. Me llamó la atención el chico porque tenía el pelo teñido de color granate. Cuando me crucé con ellos me fijé en las raíces negras de su cabellera frondosa. Ella decía   algo de su madre. Supuse que estaban planeando algo. Tal vez reunirse en casa de uno de los tres o ir a alguna parte juntos, a una fiesta, una quedada con más amigos o un botellón. No sé. En aquella turbación había una chica vestida de colegiala, delgada, alta y bonita. El viento despeinaba su cabello levemente rizado y sus mejillas sonrosadas proporcionaban una irradiación a su ser que me atrajo durante esos instantes en los que pude observarla fugazmente. Su expresión de confusión tal vez era porque quería decir algo que

«Que todas las cosas buenas te sucedan»

  El hombre y la mujer encontraron una carta en la cajita junto a las llaves de su nueva casa donde se mencionaba algo que había dicho Fran Bascombe, el alter ego de Richard Ford en su novela El día de la Independencia. Les sorprendió. La carta decía lo siguiente: Ahora empieza tu nueva vida, una nueva vida llena de proyectos e ilusiones. En esta entrega de llaves sabemos que abriréis la puerta al primer día de todos los días del futuro. Sabemos que encontraréis habitaciones vacías que llenaréis de emociones, y que por las ventanas que miran al mundo entrará el aire que con frecuencia colmará el espacio de felicidad, pero antes que nada queremos hacer mención a algo que dice Fran Bascombe… Este es vuestro nuevo hogar y este es nuestro deseo. Esta es la nueva casa, el nuevo hogar donde no hay límites para desarrollar todas las posibilidades de bienestar, prosperidad, felicidad, comodidad y seguridad, para crear el mundo, posibilidades que ya están en vuestras manos. Disfruta

Libros publicados de La prisa y la palabra

Si tienes interés desde aquí puedes acceder directamente:  1_Ayer que amé tus rodillas...     Pincha en la imagen 2_Las Primeras Mariposas:   Pincha en la imagen 3_  La mujer del sargento Martínez y cien millones de viejos... Pincha en la imagen También puedes encontrar toda la información sobre los libros en en la Web Mucho más que libros  o en La Prisa y La Palabra 

Imagina, inspíraTE...sueña...ELIGE

  Para Guadalupe Lancho   La luz de las farolas entra por el cristal labrado de la ventana del baño y en los azulejos de la pared se forman ríos irregulares de luz. A los empleados del ayuntamiento les gusta venir por estas calles alrededor de las cuatro de la madrugada. Ayer, antes de ir al dentista, me puse con lo del discurso que me pidió Manel para la inauguración de la calle de César en Santander. Por la tarde fui a la inauguración de la exposición de José Luis Rayos a la galería Cruz Bajo. Al final fui solo, bajé en la moto hasta Don Ramón de la Cruz quince para agradecerle lo de la portada de « Ayer que amé tus rodillas…» . El camioncito mínimo tiene unos rodillos con los que va limpiando la calzada a la vez que tira agua. Los tipos están acostumbrados al ruido y a las cuatro de la madrugada hablan a voces. A esas horas me pongo a ver videos de Guadalupe Lancho, la descubrí viendo una serie en prime video, « Muñecas» . Su voz ya estaba impregnada en mi memoria desde hace lustro

“Objetivo Birmania”

  Para Car G. Lang y Tín Romero.   La leve brisa se va llevando nuestras palabras y mientras él desarrolla para nosotros (en el cine de su ironía) a un personaje cualquiera de su oficina, ella le mira con esa expresión con la que siempre se admira a un ídolo del comic. Ya se han encendido las farolas del jardín y el murmullo del agua de la piscina existe para ser el sonido de un rio que nos lleva. Para remediar este reducido espacio en el que nos encontramos veo mapas de indochina en su relato, la veo a ella preparando el viaje de forma minuciosa. Veo vietnamitas en pasadizos secretos y cuevas infinitas. Hay campos de arroz y miles de chinos en motos, y en las noticias de un telediario del setenta y tres veo un carro de combate abandonado en un campo de arroz.     La ola de calor ha venido otra vez a esta parte del hemisferio norte y nosotros bebemos cerveza en la noche del jardín cuando, como cada noche, Travis ha venido a saludarnos ( You talkin' to me?) y a retozar

La presencia siempre inalterable de los Mochuelos…

Para Cari y Clara Escucho tu mensaje y con toda la alegría de tu voz, me dices: Hoy me he acordado tanto de ti… porque he ido a un restaurante que es un palacete y me ha recordado cuando estabas en Prosegur y te ibas a hacer visitas a los amigos que tenían restaurantes… Y la nostalgia me agarra fuerte el corazón y pienso en la Resonancia Schumann, en el sonido de la tierra que escuché esta mañana a primera hora y me puso esa expresión que lleva la gente feliz, como tú cuando me hablas ahora, y sabía que hoy, hoy solo me ocurrirían cosas buenas. Quién nos iba a decir que hoy tendrías un hijo con aquel tipo guapote que cada día te miraba abrumado por tu belleza. Todos los días a las puertas de aquella empresa te hablaba con la mirada y no se atrevía a decir palabra, nunca te decía nada. Quién nos iba a decir que aquel hombre cohibido por tanta hermosura, por tu cara tan bonita, se iba a convertir tiempo después en el padre de tu hijo e iba a ser una parte de esa felicidad que tienes... y

Dos platos verdes y dos copas de vino

  Suena el teléfono, es ella. -    Calle Evaristo San Miguel, 4, Ático de 2 habitaciones, 1 baño, salón comedor. Salón muy bonito y comedor agradable, y cuelga. Esto es lo que me cuenta por teléfono y me envía una foto de la terraza donde hay una mesa puesta para dos. Dos platos verdes y dos copas de vino. Me estaba esperando en el portal para decirme. -    Me atrevo a soñar que es mío, de alguna manera lo es cuando miro al edificio desde la calle. Se alza como una promesa al cielo azul de Madrid. Subimos en el ascensor. -   Todo es bonito desde la puerta de entrada, y desde el vestíbulo. El Ático es justo de ese blanco que propaga el bienestar que siempre imaginamos cuando pensamos en las cosas buenas que nos suceden, y es de una luminosidad que se esparce por el salón comedor, es eso mismo que te digo que pensamos, y sonríe, y después echa una sonora carcajada, pone cara de traviesa y me dice, vamos, ven.   Permanecemos allí durante un momento. Miro las dos grandes

Despunta la mañana entre el ruido relativo de las flores

  Lo veo desde detrás de la vidriera, es invierno y hace frío. Es enero y empieza el alboroto de los colegios y en la arteria principal de corralejos las madres amontonan sus vehículos para estacionar a sus hijos en el San Pedro Apóstol. El conserje saca la máquina infernal de soplar hojas y se concentra en resoplar una hoja por el patio del colegio. Parece que el tiempo imperceptible se ha invertido y se ha alojado en una disquisición, en la de lo relativo, y resuena convertido en un tornado sempiterno. Ángel me dijo una vez con cara de cristo de la piedad que era una persona con discapacidad y yo pensé en lo del tonto y la tiza. Me dijo que lo disculpara por esa razón y porque estuve llamando al San Pedro Apóstol para quejarme de la afición de su conserje a la máquina perniciosa. Nunca nadie me cogió el teléfono, supongo que porque no se podía oír. Así que pensé en lo que me dijo Ángel y en el cristo de la piedad y no volví a llamar. A partir de entonces sobrellevo ese ruido