Para mi amigo Jorge,
El patio
central era el corazón de la vivienda, mientras el agente inmobiliario me hablaba de
las posibilidades de la casa, noté por primera vez esa sensación de hogar que
tantas veces había imaginado.
Visualicé
las estanterías con todos mis libros en el salón con comedor, vi mis cosas en
cada rincón, las orquídeas de Verónica recibiendo toda esa luz, y me vi
cocinando en aquella cocina llena de detalles y de luz natural que entraba a
través de uno de los grandes ventanales. Observé a mis amigos el día de mi
cumpleaños riendo y haciendo bromas en aquella casa blanca de grandes ventanales
que inundaban de luz las estancias. La luz siempre me había proporcionado paz y
cuando me detuve en la chimenea de invierno, cerré los ojos y el agente inmobiliario
me dijo, sé cómo te sientes.
En una de
las tres terrazas había una piscina, otra era un solárium. Las vistas eran incomparables, podía perder la
mirada y perderme ensimismado, recrearme en la satisfacción de por fin poder disfrutar de algo bueno. El
agente inmobiliario me hablaba, pero en aquel momento yo ya había dejado de
escuchar, contemplaba el paisaje desde el solárium de la última planta y
pensaba en que aquella casa se había inventado para mí.
Me levanté
tarde de la cama, me desperecé sentado al borde, bajé a la planta de abajo y
allí estaba Verónica preparando el ritual para regar sus orquídeas, ya había
desayunado, así que preparé café y un té para ella, me dio los buenos días y me
besó, luego nos sentamos en la mesa y le conté el sueño que había tenido esa
noche, el del agente inmobiliario.
Madrid, 11
de mayo de 2021
Antonio
Misas
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