Ir al contenido principal

volver a cobijarme, en la tarde, y en ti.

                                    

Para Verónica   

Sabía que la existencia me llevaría a incuestionables comodidades, y aunque allí me sentía simple y estúpido, siempre pensé que no haría nada importante en la vida, había nacido para disfrutar y contemplar el acontecer del tiempo, para estar en cosas sin importancia que no me llevarían a ningún lugar. Vivir sin responsabilidades mayores. Pensar en una tarde de verano.


Pasaba el tiempo y seguía sin saber adónde dirigirme. Me mentía con eso de simplificar la vida. Tenía en la cabeza ideas que aplazaba cada día y lo cambiaba por un bienestar en el que permanecía sentenciado en un tiempo muerto.

Volvía siempre a un espacio estéril, y a un existir estéril. Sabía que por ese camino la vida me llevaría sometido arrastrándome a otras voluntades. Vivir era eso, en otro tiempo fue eso y no estoy seguro de si lo seguirá siendo porque todo está infectado de pasado.

El tiempo ha cambiado mi mente y con ello, la percepción de esos pensamientos. Ahora podría darle la espalda a todo aquello que en otro tiempo me hubiera inquietado, porque saber que había venido a vivir para no hacer nada me llegaba a frustrar, ahora ya no. Sabía que había perdido el tiempo imaginando no ser así, sobretodo, perdido. He cambiado y con ello, la severidad de aquellos días llenos de contradicciones se ha convertido en un espectro que me conduce a un destino preciso escrito en futuro.  
  
Más de mil veces dije que no escribiría sobre estas cosas, que no me recrearía y ninguna lo cumplí. Dejé de escribir para guardar silencio, pero no pude evitar a mi mente juntando palabras, construyendo historias, haciendo de estas cosas grietas en el hormigón del silencio, articulando palabras sin demasiado compromiso, pero palabras, porque nada existe fuera del lenguaje.

Escribir mitiga cada crisis hasta reducir el silencio y dominar las ideas desechadas. Lo mismo que leer, que te saca de ti, te aleja de ti, y te lleva a una especie de incomparable misericordia. 

No hay nada mejor que una mañana de sol en un día infame y frío de marzo, las ganas de vivir de un viernes al mediodía y saber que te vas a encontrar con amigos que sonreirán al verte.

No hay nada más simple y perfecto que echarte de menos, nada más liviano que saber que regresarás para disfrutar de tu compañía y entonces poder regocijarme contigo. Pensar en no querer que te vayas de viaje, y soñar que nunca nada me separará de ti, nunca de ti…

Será verano para volver a cobijarme en la tarde, y en ti.

Madrid, 7 de marzo de 2020
Antonio Misas       

Comentarios

  1. Echar de menos ayuda a valorar lo que tenemos, lo que queremos, lo que necesitamos. Y sabes que no hablo de cosas.
    Antonio, nunca cumplas ninguna promesa que comience por "No escribiré...". Sigue hilando palabras, hilvanando frases, o versos, o lo que salga, y sigue por favor publicándolo para alegría de quienes nos gusta leerte.

    Un beso grande

    ResponderEliminar

Publicar un comentario