Para Ana G.O.
Ana me
dice, tú no apareces en Amarillo, no hablas de tus sentimientos. Y yo siento
que estoy curado del pasado.
No entiendo
muy bien lo que quiere decir, creo que no tengo ningún problema con mis
sentimientos. En Amarillo he escrito lo que quería, como quería escribirlo.
Cuando
escribo quiero relatar la vida de otros a través de mí, no pretendo escribir sobre
mis sentimientos o simplemente lo que yo siento. La intención de lo que escribo
no está en mi yo interior, tuve que aprender a matarlo en la escuela de letras,
escribir hacia afuera, desde una mirada y un punto de vista propio, pero no a
través de mis sentimientos, sino a través de mis pensamientos. Aunque mis
sentimientos no se libran de estar en la escritura, pues no consigo o no quiero
ser indiferente. Aunque pretendo diferenciarme en la manera de mirar y obtener
mí propio estilo. Quiero relatar, contar de forma breve un hecho, un instante
de la vida, una escena, un trayecto, un momento en el que reflejar de forma
singular admiración, afecto, emoción, gratitud, derrota, tristeza, envidia,
impaciencia o eso que dicen: El fracaso nunca es definitivo.
Y sin
embargo hablo de mis sentimientos en “Alas de Libertad”. Hablo de mis
sentimientos en “la consciencia de ello es lo que le otorga sentido” en “La
vida es un camino inevitable” en “nueve años” en “Nunca volveré a California”
en “Cuando nos iba viniendo esta miseria” en un “extranjero en la vida”…
Y mientras
escribo reconozco que siento que ya no siento culpa, que no me permito la
culpa.
En “A bit
Paradise in the world” soy un ser vulnerable… Y en “Ayer que amé tus rodillas”
mis sentimientos están rotos.
Y yo le
digo que aparezco en todo lo que escribo.
Mientras el
poeta escribe sobre sus sentimientos, el narrador observa y desarrolla el mundo,
crea, interpreta un papel distinto y diferenciador sobre la realidad que vive.
Desarrolla una ficción sin límites, que el autor como creador, aprovecha a su
antojo. Por eso en La Prisa y La Palabra encontrarás cosas como esto que decía
Juanjo Millas: «Es impensable una escritura creativa que no surja del
conflicto. Si no hay conflicto ¿para qué vas a escribir? el impulso narrativo
nace de aguantar ciertas dificultades con la realidad.»
«Cuando uno lee
inconscientemente está interiorizando recursos narrativos y fórmulas, y está
acercándose a la escritura creativa» «la fórmula es leer mucho, escribir mucho y equivocarse
mucho.» Cosas que yo deje de hacer hace años, lo de mucho. La Prisa y La
Palabra empezó como un homenaje a mis amigos y un cuaderno de ejercicios
literarios. Más tarde, disfrute en foros
con otros blogueros hasta que la mayoría de ellos me aburrieron por su poca
formación literaria o su vanidad. Hoy cualquiera cree que por escribir ya es un
escritor.
Hay una
diferencia fundamental entre la poesía y la narrativa, que no podemos obviar.
En la poesía es el autor el que se deja ver y se muestra como protagonista en
sus poemas, y expone sus sentimientos ante los agravios de la vida, sus
pensamientos de forma artística, los proclama abiertamente en la búsqueda de
una comunión con el lector. En la narrativa, es el narrador el que lo cuenta,
el autor no debe verse en el texto. Y eso es así en la literatura. Yo siempre
he querido narrar.
Es difícil
que escriba poemas, a los demás no les interesaba, no encuentro necesidad de
hacer poesía. Renuncié hace mucho tiempo a eso. Cuando escribo de mí, lo suelo
hacer en tercera persona, me refiero al tipo, al hombre, o simplemente a un
personaje que recorre trayectos, ocupa escenarios, siente y piensa como si
fuera otro, pero también lo hago en primera persona. Es fácil encontrar a mi
Alter Ego en la escritura de 2010 y en la mayor parte de los escritos, hay un
exceso de mí, que en ocasiones atribuyo a otros.
En “Las
primeras Mariposas” donde un narrador omnisciente habla de otros que somos
nosotros (Verónica y yo) no se desvela como protagonista y pone esa distancia necesaria
en el texto para hablar de los sentimientos de otros, nosotros. Hay mucha
escritura en primera persona que deja ver a personajes preocupados por lo que
viven a través de un narrador comprometido. En casi todo lo que escribo, estoy,
soy yo, pero como narrador impongo mi manera de concebir la vida, describo mis
estados de ánimo en escenarios cotidianos. Incluso donde pueden aparecer textos
en los que no hablo de mí, se transluce un sentimiento de un narrador implícito.
A veces
relato en primera persona y no hablo de otros. Hace mucho tiempo que decidí ser
ese observador que desde un punto de vista propio o ajeno percibe y narra acontecimientos
a través de los demás. Cuando todos mis conflictos no son suficientes para
darme un total protagonismo que debo a otros (Amarillo) lo escribo con la necesidad
de estar en los otros, de crear a través de los pensamientos y sentimientos de
los otros, de reflejar los escenarios de una vida a veces tediosa, y otras,
demasiado incomoda de transitar. Mi interés se basa en las relaciones con los
demás, mis sentimientos se encuentran en ese espejo que son los otros. En la
evolución de una intención literaria de mi ego transportado a los seres que me
rodean.
Hubo un
tiempo en el que perdí tanto el interés por escribir que redacté lo siguiente:
A la gente casi le interesaba más la frase que encabezaba
este cuaderno, que este cuaderno, así que la quité. Me hubiera gustado poner
algo como estas cosas que decía Bukowski: «No
sé lo que le pasará a otra gente pero yo cuando me agacho a ponerme los zapatos
por la mañana pienso: Ah Dios mío ¿y ahora qué?» «A
veces me miro mis manos y me doy cuenta que podría haber sido un gran pianista
o algo así. Pero, ¿Qué han hecho mis manos? Rascarme las pelotas, firmar
cheques, atar zapatos, tirar de la cadena de los inodoros, etc., etc. He
desaprovechado mis manos. Y mi mente.» «Casi siempre lo mejor de la vida
consiste en no hacer nada en absoluto, en pasar el tiempo reflexionando,
rumiando todo ello. Quiero decir, pongamos que alguien comprende que todo es un
absurdo, entonces no puede ser tan absurdo porque uno es consciente de que es
un absurdo y la consciencia de ello es lo que le otorga sentido ¿Me entienden? Es un pesimismo
optimista».
Al
conocerte Ana, siento agrado, afecto y gratitud y bendigo ese momento. Gratitud
cuando lees mis textos y compartes conmigo los suyos. Afecto porque me
demuestras ese cariño que ya me venía dado por Cari, y aunque noto cierta
distancia intelectual, que tú haces patente, porque tú eres en tu rol, una
madre y yo soy un niño. Siento agrado desde que te veo, porque eres esa persona
que se ha interesado por lo que escribo y no me detuve a imaginar y, te recibo
sin prejuicios. En todo caso, siento eso que es bueno y nos sucede cuando
alguien se interesa por nosotros.
Pero sé de
mí, me conozco y tengo mis sentimientos vivos y dirigidos hacia otros la mayor
parte del tiempo.
No queda
nada de aquel tipo que fui. Estoy curado de la rebeldía y la rabia. Curado de haberme
sentido millones de veces un desgraciado aunque las cosas me fueran bien. En el
pasado me sentí víctima y fui durante muchos años un ser resentido, pero eso,
eso no me hacía bien. Decidí curarme y puede que haya resquicios de aquel
sufrimiento en todo lo que hago, sobretodo, tristeza, sentimientos encontrados,
esos tan negativos, que durante muchos
años fueron parte de mí. Decidí curarme de mi ego, de mi orgullo, y salir a
vivir. No odio, perdono. No envidio, me alegro.
Durante el
año que trabajé en aquella terapia de grupo con Marisol, aprendí lo que era el
análisis transaccional. Después de muchos años, el poso que me dejó, me ayudó a
tener cierta autonomía, a ser menos influenciable, a comprender y administrar
mis sentimientos y pensamientos, a intentar ser mejor persona y sobretodo, me
ha servido para relacionarme mejor con todos esos otros que se cruzan en mí
camino. Agradezco el tiempo que me dedicó. En definitiva, sé que todo lo que me
pasa, bueno o malo, es debido a mi actitud.
Nunca me
tomé muy en serio la formación literaria que recibí en la Escuela de Letras de
Madrid, pero las técnicas literarias, el modo en el que me enseñaron a leer y a
afrontar la creación literaria, la capacidad crítica que hasta entonces no
había desarrollado de forma más o menos coherente, la confusión general que
había vivido a la hora de afrontar el mundo creativo, cambió. Esa filosofía que
en un principio me pareció tan severa, me preparó para dar la vuelta a un
universo creativo que hasta entonces tenía limitado, entonces comprendí que
podía ser un lugar infinito, ilimitado en sus formas. Al principio elegí emular
la forma del realismo sucio norteamericano, escritura sencilla, cotidiana, sin
demasiados adjetivos ni palabros, minimalista, pero poco a poco busqué mi
estilo, mezclarlo con frases que interpretaran de alguna forma el texto lírico
y por eso se puede percibir una sensación de prosa poética en los textos que
escribo. No me gusta la escritura correcta en su forma, reconozco que pueda
estar bien escrita y cumpla la norma literaria, pero considero que carece de
alma, la técnica es un instrumento que hay que interpretar y adaptar al ser, si
en apariencia es correcta y carece de vida, no me vale, no me vale en lo
general sino hay nada de particular que lo diferencie.
Siento amor
incondicional cada mañana por Verónica y eso hace que me sienta afortunado. Muchas
veces, al cabo del día me sorprendo
emocionado pensando en ella. Ella hace de la vida amor, amor a vivir. Hace que
el mundo sea un lugar mejor. Me da paz, amor y respeto. Por primera vez en mi
vida tengo equilibrio.
Lo que
busco es eso que Alejandro Gándara dice, que es «filosofía
en el sentido de amor a la sabiduría, pero haciendo hincapié en lo que
significa amor (una transformación y un aprendizaje apasionados), en vez de
hacerlo en la acumulación de conocimientos. Y es, sobre todo, comprensión de la
vida -propia y ajena, individual y colectiva, presente y pasada-, de nuestra
vida y de las que nos precedieron. A esta comprensión que nos hace sentir que
somos, que estamos aquí, que en este momento estamos vivos, Aristóteles lo
llamó felicidad.»
Y no puedo
obviar eso que decía Thomas Bernhard
al darme cuenta que Ana no analiza mi escritura, sino a mí:
«Uno nunca sabe quién es. Son los demás los que le dicen a
uno quién y qué es ¿no? Y como esto uno lo oye millones de veces en su vida,
por poco que ésta sea larga, acaba por no saber en absoluto quién es. Todos
dicen algo distinto. Incluso uno mismo está siempre cambiando de parecer.»
Último Fragmento de
Raymond Carver
¿Y conseguiste lo que
querías de esta vida?
Lo conseguí.
¿Y qué querías?
Considerarme amado, sentirme
amado en la tierra.
Después de todo, así me siento y sé
que la vida es fácil, no como me la habían contado.
Antonio Misas