Para Celes Misas y José Misas Salgo a la terraza y huele a queroseno. El sol de enero pega fuerte en el tercero de la calle Balcánica y hace frio, hace frio y memoria. Una vez tuvimos un zorro, pero yo era tan pequeño que apenas lo recuerdo. Sé que hemos sentido la misma rabia al ver en el televisor a ese hombre matar a un zorro sin ninguna piedad. Sé que sentimos lo mismo, aunque pensemos distinto. El portero de la urbanización siempre se está quejando de su suerte. Le veo allá abajo, cerca de los contenedores de reciclaje hablando con otro hombre, tal vez esté apañando algun trabajo extra. Me pregunto si cuando miramos hacia atrás vemos también las mismas cosas, aquellas que nos hicieron sentir así. Yo sigo impregnado de la humedad y el frío de la casa donde nos conocimos. Veo entrar los aviones de siluetas plateadas y al fondo un tapiz de nubes. Hay un tejado de dos aguas y tres grúas que se elevan por encima de los edificios, pero no me distraen de la p
La realidad es lo que se puede describir con el lenguaje, es un lenguaje descriptivo, no la realidad en sí. Por eso “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” Ludwig Wittgenstein