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Mostrando entradas de 2019

escupir al pasado

Para Álvaro                                                  Álvaro Misas Miro el grafiti de mi hijo, que hoy cumple diecisiete años, y aspiro profundamente el olor del queroseno.   Durante unos días el olor del queroseno ha ocupado el aire de la Calle Balcánica. Decir queroseno es pasar a pensar con holgura. Esta madrugada mirando al cielo que cubre el aeropuerto, pienso en cuando tuve   veinticinco, en cuando vivir todavía tenía esa impresión de descubrimiento. Pienso en ese olor que entraba en mi nariz para contaminar mi vida de libertad. Aviones, que para mí, entonces, ya eran naves espaciales que surcaban cielos. Mirar al cielo desde el cielo. Decir porvenir era escupir al pasado. Las cosas nuevas habían empezado en aquella oportunidad de vida nueva que empecé a los veintiuno cuando vine a vivir a Madrid. No sé cuándo me perdí, cuando deje de apreciar así la vida. Todo volvió a ser un serio disparate. Cuándo la estrechez, en todas sus posibles formas me arreb

A partir de ti

Para Clara «La bondad es el punto más elevado de la inteligencia» «Espacio Suma No Cero» José Miguel Valle.   Clara llegó en octubre del dieciocho. Nosotros, Cari y yo, habíamos llegado al final de la primavera. Yo ya había empezado a sentirme como Jack Lemmon en "Éxito a cualquier precio". En aquella oficina que a mí me parecía destartalada había contables del Santander, equipos femeninos de televenta y comerciales de calle. Entre todos ellos, había alguna que otra chica cuya simpatía era una trinchera donde resguardarse, pero el primer día que llegué fue para mí un lugar Kafkiano. ¿Por qué no lo iba a ser para ella? Yo hubiera pensado eso de, dios mío dónde me he metido. Y sin embargo, eligió la oportunidad de conocernos a todos, sin excepción.   Y a mí estos meses se me fueron haciendo días a medida que la iba conociendo. Y siempre he pensado que su amistad llegó a nosotros como un regalo.   Conocer su bondad, convivir con su generosidad y al

Siete

Para Cari Martínez Meyer Iba en el coche amarillo escuchando la radio y le di para que buscara otra emisora. Pronto captó un programa en el que un tipo hablaba de cine. Me quedé porque hablaba de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? El libro de Philip K. Dick que fue llevado al cine como Blade Runner. El tipo tenía una voz bonita y decía cosas como  “El vacío existencial nos conduce al vértigo de la vanidad”. No voy a ocultar que pensé en ti, que quise buscar un motivo, pero el tiempo se me fue en conducir y la sintonía se perdió. Me puse a darle un repaso a lo que me has dejado conocer de ti, a la vida de esa buena amiga que eres. De pronto estaba conduciendo por la eme treinta, escuchando el ruido de una emisora desintonizada y creando páginas para nuestro “Planeta Lurton”. Especulé y me pregunté cuándo empezaste y por qué razón entregabas tu tiempo y tu vida a los animales, si eso no sería evadirse de algo para llenar un vacío. ¿Hasta dónde podría reconf

Los sentimientos

Para Ana G.O. Ana me dice, tú no apareces en Amarillo, no hablas de tus sentimientos. Y yo siento que estoy curado del pasado. No entiendo muy bien lo que quiere decir, creo que no tengo ningún problema con mis sentimientos. En Amarillo he escrito lo que quería, como quería escribirlo. Cuando escribo quiero relatar la vida de otros a través de mí, no pretendo escribir sobre mis sentimientos o simplemente lo que yo siento. La intención de lo que escribo no está en mi yo interior, tuve que aprender a matarlo en la escuela de letras, escribir hacia afuera, desde una mirada y un punto de vista propio, pero no a través de mis sentimientos, sino a través de mis pensamientos. Aunque mis sentimientos no se libran de estar en la escritura, pues no consigo o no quiero ser indiferente. Aunque pretendo diferenciarme en la manera de mirar y obtener mí propio estilo. Quiero relatar, contar de forma breve un hecho, un instante de la vida, una escena, un trayecto, un momento en el que

Días en los que todas las nubes recorren quietas el cielo

Para Clara Pazos Herranz Tengo la suerte de poder perder la vista desde la terraza de casa, de ver el cielo en profundidad. A veces me pregunto, desde la distancia, si hubo un cielo mejor al que yo hubiera podido mirar en esta tierra. Cuando entro en estos barracones del pensamiento dudo si existe tal distancia. Y repaso como me conmueven todas las estructuras de tus gestos, toda la paz de tu mirada. Tus afectos, tan profundos y verdaderos. Y hoy hace un frio que me usurpa la idea de dar continuidad a todo lo que escribí durante años antes de dedicarte estas palabras, mientras pienso en ti para escribirte, y me pregunto por qué ayer te hablé de Salinger o Faulkner y no te dije eso de Machado, eso de «hoy es siempre todavía». Y hubo también un tiempo en el que apenas advertía cuanto me aportaban los demás, y ahora soy consciente. Cuando entro en la sala donde nos miden, donde nunca volveremos a ver a Sara, a esa sala de reuniones a la que Julio en la vida volverá, me d

La Perla

Para Sara Hurtado Ayer nos dijimos adiós, o hasta pronto, Y te deseamos suerte, y te prometimos estar tristes el lunes a las nueve. Y hasta Jotace parecía uno de los nuestros, y no un amarillo, y lo fue. Y tú ya sabías que no encontrarás esto que todavía tienes entre nosotros, y lo supiste a dos semanas de La Perla cuando dijiste que te ibas, cuando entregaste la carta escueta renunciando a algo que entonces se convirtió en algo más que un lugar, en algo más que un trabajo. En algo más que en un “de lunes a viernes” porque todos sabemos que esto es algo más. Es posible que esto sea una pequeña adhesión de la que hasta sea sano salir, una pequeña ilusión que nos inventamos, y fue creciendo por la dificultad, pero hubo armonía y parte de esa armonía, ayer, te la llevaste tú. Y yo hoy, mientras te escribo, me doy cuenta de ese veneno que tiene perderte. Ese veneno que nos va dejando sin ti. El Cactus grande de la terraza parece que duerme mientras amanece y yo te dedico

cerrar los ojos

Para Celes Misas y José Misas Salgo a la terraza y huele a queroseno. El sol de enero pega fuerte en el tercero de la calle Balcánica y hace frio, hace frio y memoria.       Una vez tuvimos un zorro, pero yo era tan pequeño que apenas lo recuerdo. Sé que hemos sentido la misma rabia al ver en el televisor a ese hombre matar a un zorro sin ninguna piedad. Sé que sentimos lo mismo, aunque pensemos distinto. El portero de la urbanización siempre se está quejando de su suerte. Le veo allá abajo, cerca de los contenedores de reciclaje hablando con otro hombre, tal vez esté apañando algun trabajo extra. Me pregunto si cuando miramos hacia atrás vemos también las mismas cosas, aquellas que nos hicieron sentir así. Yo sigo impregnado de la humedad y el frío de la casa donde nos conocimos. Veo entrar los aviones de siluetas plateadas y al fondo un tapiz de nubes. Hay un tejado de dos aguas y tres grúas que se elevan por encima de los edificios, pero no me distraen de la p