Para Álvaro Álvaro Misas Miro el grafiti de mi hijo, que hoy cumple diecisiete años, y aspiro profundamente el olor del queroseno. Durante unos días el olor del queroseno ha ocupado el aire de la Calle Balcánica. Decir queroseno es pasar a pensar con holgura. Esta madrugada mirando al cielo que cubre el aeropuerto, pienso en cuando tuve veinticinco, en cuando vivir todavía tenía esa impresión de descubrimiento. Pienso en ese olor que entraba en mi nariz para contaminar mi vida de libertad. Aviones, que para mí, entonces, ya eran naves espaciales que surcaban cielos. Mirar al cielo desde el cielo. Decir porvenir era escupir al pasado. Las cosas nuevas habían empezado en aquella oportunidad de vida nueva que empecé a los veintiuno cuando vine a vivir a Madrid. No sé cuándo me perdí, cuando deje de apreciar así la vida. Todo volvió a ser un serio disparate. Cuándo la estrechez, en todas sus posibles formas me arreb
La realidad es lo que se puede describir con el lenguaje, es un lenguaje descriptivo, no la realidad en sí. Por eso “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” Ludwig Wittgenstein