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Mostrando entradas de 2018

Amarillo

Para Julio, Cari, Sara, Antonio, Manu y Clara. Amarillo es el tiempo que nos ha tocado vivir en torno a esta mesa de reuniones. Amarillo es el sueldo que nos pagan y amarillo es JC cuando nos empuja al abismo de su doctrina. Amarillo es el viento violento de la calle cuando nos echamos al mundo.   Julio me mira desde ese tramo de la conciencia que se resuelve con la realidad. Está en un plano del conocimiento, en la consciencia de algo que chirría a estas alturas de la vida. Está en eso que se revuelve con una pregunta: ¿Qué hago yo aquí? Cada mañana me doy por vencido, piensa, y se resigna a esa fracción del absoluto. Cari está en la pura alegría, en el alma de ese aparato que debe contener la risa y el regocijo, es la niña necesaria, y con su cara bonita nos va contagiando. Hay afán de conversión en su mirada,   convencimiento de que en unos minutos se iluminarán también nuestros rostros. Sentada a mi lado a Sara le retumba el silencio. No hay ya porqué expresar

Avenida General

A Juan Pedro Fiscer, in memoriam. Para Lucía y Mª Jesús. Entro con la moto por la Avenida… previamente había hablado contigo y como siempre, quedábamos en la General a tomar café. Otras veces me decías, en la Caprichosa, una caña,   y yo acudía a cualquier sitio porque solo me importaba ese ratito contigo. Entro en la moto por la general y voy como queriendo ir a verte, llevándote inevitablemente en el corazón y echándote de menos en este vacío confuso, porque ni siquiera recuerdo el último momento que pasé contigo y escuchándote se me mezclan todas las conversaciones. Aquellos días,   en los que me hablabas de tus propósitos y los otros, en los que me hablabas de Lucia y de María Jesús…   y se iluminaba tu rostro de niño, y me daba la luz de tus ojos llenos de amor incondicional, de ilusión y confianza. Y yo te escuchaba, me ponía en tu lugar y eso, creo que te gustaba, al menos, ahora quiero imaginar que te reconfortaba. Y tú siempre hacías como que todo estaba bien, que to

Siempre hace un precioso día en San Sebastián

Para Ramón López y Marisa Wangeneberg. La miro a los ojos y la veo vivir para emocionarse, sin forzar la felicidad, dándose cuenta de ello. Reencontrándose con esa sensación de hace cincuenta años, casi pueril, que produce un gesto de otro, o una palabra… o una mirada de amor, de todavía amor, de todavía toda la vida. Sus ojos son azules de bahía, y ahora casi de lluvia por participar de algo que está sucediendo como ya antes lo había imaginado, mucho antes. Le miro a él, que existe para ella, que existe tan fuerte como el monte Urgull. A él que lo preparó todo con ella, como ella todo lo había imaginado. Ella es su espejo, y eso es recíproco, es eso que se han ido edificando durante toda una vida, juntos. Él la ve emocionarse y pega toda la piel de su cara en su cara pequeñita, y con toda su fortaleza, serenamente, un beso. (Y pienso en el privilegio que es poder participar de esto que nunca he vivido, y en que me hayan invitado. Y me esfuerzo para no desmoronar

"La vida de H" de Alejandro Gándara

"Este relato surge de una pregunta sencilla y terrible: la que, en algún momento de su temprana existencia, todo niño se formula alrededor del enigma llamado muerte. Bajo la tutela de un hada que la ayuda a forjar su carácter, H vive en una ciudad, pero también en un laberinto; recorre un tiempo que sólo avanza en una dirección, pero en el que todo ha sucedido ya; se cruza con personas, pero también con criaturas mitológicas y, en suma, observa la realidad como cualquier otra niña de cinco años, pero es capaz de articular preguntas que sólo los hombres y mujeres más sabios llegan a plantearse al cabo de su vida acerca de lo que no vemos y de cuánto y cómo nos atraviesa." Mientras veo llover en esta primavera de tormentas, que me repiquetea como en los veranos del norte, voy leyendo “La vida de H”. Y se me va quedando grabada en la piel mientras voy derribando todas las barreras que en otro tiempo me puso la distancia, y se me van formando interrogaciones por esa

«Los hilvanes del tiempo»

Los hilvanes del tiempo. Novela. Isabel Hernández Gil.  Corre el año 1968. Madrid está de moda. Blanqui aparece en el Madrid del 68 como tantas chicas y chicos adolescentes naturales de provincias y de los pueblos de nuestra geografía. Blanqui aterriza en Madrid nada más cumplir la escuela. Se da de lleno con la capital y también con el incipiente cambio político. Aunque ella no alcanza a entender esas pequeñas pinceladas que percibe en la historia social y política de la capital, ella no ha estudiado, ella qué sabe. Su vida circulaba por otros mundos. Por sus mundos particulares. Los hilvanes del tiempo nos cuenta la historia que transita por los mundos de Blanca atravesando el tiempo y la vida. La vida, que, en el transcurso de un mes y medio, en el otoño de 1975, le da un vuelco en el que ya nada volverá a ser como antes era. Solo hubo un hombre con el que ella hubiera podido marcharse al fin del mundo, pero eran otros tiempos. A Blanca Olivar todavía le sobrecoge ver una

Un descanso del mundo

Para Cristina Cuadrillero      Me sonreía con toda la vida de sus ojos. Nunca conocí a nadie así, a nadie que me hiciera considerar con su sola presencia que el mundo estaba lleno de regalos. Hasta entonces nunca me había detenido en una amistad tan entusiasta. Me refiero a la alegría que me daba verla. ¿Imagínate si pudieras alguna vez elegir a todos tus amigos ideales para que solo ellos conformaran tu mundo? Yo ya lo había soñado de niño muchas veces y muchas veces lo había olvidado, pero ella me lo recordó y lo saqué del olvido. Conocerla fue como salir al recreo.      Me trajo todas las cosas buenas y la vida me fue ocurriendo mejor con esa gratitud que me vino al conocerla. Y fui comprendiendo el sentido de encontrar lo mejor de los demás en los demás, y así, experimentar la satisfacción consciente y la fortuna que su carácter bondadoso me proporcionó para poder razonar otra representación del mundo.      Han pasado muchos años desde aquellas primeras impresiones y la