Le parecía que a veces tememos que otros nos miren. Le parecía que a veces creemos, que si nos miran, podrían indagar en nuestro ser y acceder a todo lo que nosotros sabemos de nosotros. O peor aún, que se podrían hacer una idea distorsionada de lo que somos y nosotros creemos que somos. Le parecía que a veces tememos poder mostrar algo más de lo que se pueda averiguar por nuestro aspecto , nuestros gestos o porque a alguien se le ocurrió decir que la mirada es el espejo del alma. Así y todo no dejaba de observar a la gente. Le parecía que las mujeres olían mejor y se hacían bonitas en primavera y que los hombres, agudizaban su sentido del olfato, y deambulaban por ese jardín buscando el amor que nunca supieron recibir de sus madres. Le parecía que todo el olor de la humanidad residía en los vagones del metro cuando iban abarrotados de gente y que eso, mezclado con la belleza, era como una herencia medieval. O al menos eso le parecía porque ese olor mezclado con las mujeres
La realidad es lo que se puede describir con el lenguaje, es un lenguaje descriptivo, no la realidad en sí. Por eso “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” Ludwig Wittgenstein