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Ese poema de Ángel González, Cumpleaños



Los olores de los sitios cerrados se han ido pronunciando al descender las temperaturas, pero me doy cuenta que son los viejos los que me crean inquietud, son los viejos los que ocupan el aire que respiro y tal vez es porque en unos años estaré ahí y especularé con todo lo que dejé de hacer por el camino. Dejé de lado todas las cosas que creí y derroché el tiempo siendo consciente… y lo peor es que me iré deteriorando, convirtiéndome en un ser cogitabundo y molesto.

Pero todavía me quedan unas cuantas correrías que perpetrar por ahí junto al arrepentimiento, alegrías y penas. Unas pocas sorpresas inocentes que llevarme con toda esa gente que por alguna razón el karma puso en mi camino, razón que ignoro a no ser que por el hecho de conocerlos me hayan ido auxiliando, ayudando a hallar un sentido a la vida algo más allá de lo puramente palpable, eso que a veces entendemos que es esto en lo que creemos.

En octubre de dos mil nueve hice esa foto de un viejo entrando en el metro y la guardé con este poema de Ángel González, Cumpleaños:

Yo lo noto: cómo me voy volviendo
menos cierto, confuso,
disolviéndome en aire
cotidiano, burdo
jirón de mí, deshilachado
y roto por los puños.

Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!

Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.

Ha llegado el momento de destilar el miedo a envejecer como si se tratará de un licor amargo (Yo lo noto) de procurar reflexionar sobre la obligada normalidad de vivir, aunque se te vayan pegando las cosas que no quieres del mundo.

Madrid, 28 de octubre de 2016
Antonio Misas