Ir al contenido principal

"BLACK CARD"

                             



El tipo miró la hora en su reloj con una pose de distinción. Se notó cierto orgullo en su ademán, orgullo de sí mismo y orgullo de las cosas que había conseguido y que daban estatus y luz a su persona. Disfrutaba de los juguetes de la vida y de la inteligencia necesaria que hacía suponer una considerable posesión de bienes, objetos, y mucho dinero. Aquel reloj bien podría ser un Patek Philippe, detalle que pudo observar el sumiller cuando con diligencia procedió a servir el Blanc de Noirs Bollinger Vieilles Vignes Francaises del 97. El tipo, miraba y sonreía a la mujer rubia que le acompañaba. Les sirvió, y antes de brindar, en sus ojos, en los ojos de los dos, relumbró la complacencia.

Antes de entrar en el Mercedes SL 500 cabrio dejó un billete grande de propina al aparcacoches. La mujer, al acomodarse en el automóvil dejó ver por entero las piernas y levemente las bragas. Él la miró esta vez con lascivia y su dentadura perfecta y blanca resplandeció cuando la tocó de forma delicada y leve entre las piernas con esa veteranía que distingue a un caballero. Recorrieron las calles de la ciudad ajenos al mundo, y todo, todo, les parecía no estar a la altura de aquel momento.

Al llegar al Westin Palace, uno de los porteros se hizo cargo del deportivo. Entraron, y en recepción recogieron la llave de una suite. Ella fue primero al baño, se quitó el vestido, se bajó las bragas hasta los tobillos, se sentó en la taza e hizo pis asegurándose de que él no pudiera oír el chorro, se limpió, se perfumó, salió y se tumbó sobre la Westin Heavenly Bed en ropa interior. Él ya se había tomado una pastilla azul para asegurarse una buena erección, entró en el baño y meó como un hombre. Salió y se desnudó completamente, puso dos rayas sobre la mesita y llenó dos copas de Dom Perignon Rose, esnifaron y bebieron.

Se acercó a ella con suavidad y la besó en el cuello mientras la quitaba el sujetador. Bajó besando su cuerpo hasta el vientre liso y con la lengua se recreó en el ombligo hasta que hundió su boca en el sexo. El olor a chanel nº5 alteró el sabor salado y eso hizo que se excitara aún más, ella gemía, él subió y la besó en la boca, la penetró y ella gritó. Él se pasó toda la noche susurrando obscenidades, ella gimiendo y gritando.

Por la mañana volvieron a follar como si nunca lo hubieran hecho antes, seguros de que aquello, de que aquella manera de vivir era la mejor manera de pasar por este mundo.

Madrid, 1 de febrero de 2015
Antonio Misas