Para
Fede; Travis Bickle
Esa
mañana al encender la luz vio en el techo blanco de la habitación una araña
negra. Desorientado, en medio de la oscuridad y aquel dolor de cabeza,
suponía que tuvo que ocurrir todo después de haber olvidado la sensatez dentro
de alguno de los bares por donde anduvo, que allí, habría comenzado aquel
viaje. Notaba que su propia baba fría sobre la almohada, en la cara, ya le
resultaba molesta. Se desperezaba y sentía haber viajado durante toda la noche
con los diablos por un laberinto alcohólico y sentimental. Aquello le
esclavizaba sin comparación. Ya le había ocurrido otras veces, pero aquella vez
se encontró en las mismas puertas de su vehemencia con diablos locos,
alcohólicos, terribles, que cada vez se le hacían más insoportables. Aquel tipo
recuperaba la cordura inmediatamente después de aquellos viajes, por la mañana,
atontado, amontonando estas ideas peregrinas y sintiendo que había errado. Todo
aquello le vulgarizaba, se sentía un individuo cuya torpeza le hacía traspasar
todas las fronteras de la estupidez. Pero no recordaba nada coherente en
aquella mañana llena de espesura en la que cualquier ruido o cualquier
movimiento le torturaban. Se sentía frágil y humano, si, frágil y humano y un
poco olvidado entre el infinito y las babas del diablo.
Se
miró en el espejo y vio un héroe muerto. Un alcohólico dependiente y desarmado
que, como cada día, habría de obligarse a vivir, y vivir.
Madrid,
18 de junio de 2014
Antonio
Misas