Para Fede; Travis Bickle Esa mañana al encender la luz vio en el techo blanco de la habitación una araña negra. Desorientado, en medio de la oscuridad y aquel dolor de cabeza, suponía que tuvo que ocurrir todo después de haber olvidado la sensatez dentro de alguno de los bares por donde anduvo, que allí, habría comenzado aquel viaje. Notaba que su propia baba fría sobre la almohada, en la cara, ya le resultaba molesta. Se desperezaba y sentía haber viajado durante toda la noche con los diablos por un laberinto alcohólico y sentimental. Aquello le esclavizaba sin comparación. Ya le había ocurrido otras veces, pero aquella vez se encontró en las mismas puertas de su vehemencia con diablos locos, alcohólicos, terribles, que cada vez se le hacían más insoportables. Aquel tipo recuperaba la cordura inmediatamente después de aquellos viajes, por la mañana, atontado, amontonando estas ideas peregrinas y sintiendo que había errado. Todo aquello le vulgarizaba, se sentía un individuo cuya
La realidad es lo que se puede describir con el lenguaje, es un lenguaje descriptivo, no la realidad en sí. Por eso “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” Ludwig Wittgenstein