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"...la consciencia de ello es lo que le otorga sentido"

Ahí abajo, el portero del edificio recoge los cubos de basura mientras dos señoras que hablan de sus cosas a la sombra de los abetos centenarios, le interrumpen. 

Al fondo, allá lejos, las montañas de Madrid todavía están nevadas y veo al camión de la basura esfumarse entre los árboles y los edificios rojos. Los hombres hacen su trabajo en este país mientras yo observo eso en pijama a través de la ventana. Ha refrescado pero a las doce cincuenta y siete el sol luce espléndido. No hay angustia en mi corazón ni nada que se le parezca, no hay más que una placentera neutralidad con la que mirar al mundo. Pienso que hoy no espero ya nada del día, aunque, tal vez me llegue alguna propuesta de trabajo, o algún poema al correo que pueda emocionarme y altere esta ecuanimidad que me anega como si nada pudiera pasarme, posiblemente, porque ayer mismo te eché de menos con vehemencia, otra vez esa sensación… como si nos hubiéramos separado por primera vez el uno del otro y tuviera que sentir culpa y pasar el tiempo reflexionando sobre todas las cosas que hice mal contigo, con nosotros.

Las palomas planean entre las antenas oxidadas y las cornisas de los tejados como si nada fuera a cambiar en este día, como si ya nada pudiera ocurrirnos, aunque hay prosperidad y abundancia en las montañas blancas. 

22 de abril de 2014
Antonio Misas