En
enero la vida le dio una lección. Equivocación tras equivocación había ido sin pretenderlo a caer en un saco de despropósitos. Se había dejado llevar por
la inercia y se había despreocupado tanto de todo que la vida le atizó con
verdadero rigor. Lo peor de todo fueron los desengaños con los tíos. El
trabajo, aunque lo negoció a la baja, lo siguió conservando. También resolvió
lo de los kilos asumiendo los excesos con la comida y el alcohol, las
fiestas... fueron tantas, que prefería olvidar. Casi en la primavera se
encontraba a salvo y todo era ya pasado. Era ya pasado cuando conoció a aquel
tipo que hasta entonces solo la había besado una vez, sin embargo, seguía con
su empeño de que aquel hombre, era el hombre de su vida.
En
la habitación, el tipo jadeaba agitado por el esfuerzo subido todavía encima de
ella, y ella, desnuda, casi tapada por aquel cuerpo miraba al techo con el
antebrazo sobre la frente y pensaba que durante aquel tiempo frenético no
había parado de sonar el Whatsapp del móvil que su hombre había dejado sobre
la mesita...
Y pensaba en todas las espaldas de mujeres que habrían yacido antes
que ella en aquella cama, y en todos los jadeos, y en la piel sobre la piel
sudada de otras, y en la carne de otras haciendo formas, y en todas las mujeres
amontonadas de ese hombre.
13
de marzo de 2014
Antonio
Misas