Para Ricardo Madrid
Al
hombre le gustaba visualizarse rodeado de sus amigos cuando estaba con ellos,
hacía un silencio, cerraba los ojos… y la satisfacción le ponía una sonrisa. En
su relación de amor solo había huracanes, pensaba.
Ella,
la mujer, se dejaba llevar. Había una vida entera por la que pasar, y ella, se
gustaba estando con él, pero aquel bienestar siempre duraba poco. En el tiempo
había demasiada velocidad para poder pensar. Pensar la vida no es lo mismo que
vivirla. Soñarla, tampoco. Anclarse en la necesidad del otro, era aplazar la
tuya. La vida no puede ser a veces esto que nos ocurre.
Él,
pensaba en tiempos mejores, en cuando fueron tan felices, tal vez,
aquella felicidad de al principio de todo, donde todo empieza, donde te
quieres parar para que el resto de la vida sea así. Siempre instalar las ideas
en un siempre génesis, ¡era un error! Nunca volverá a ser lo mismo. Abría sus
ojos negros, se atusaba el mentón y miraba a su alrededor, las fotografías le
traían tiempos mejores.
La
ilusión es un Oasis, dijo… y cerró los ojos negros, y vio los
manantiales, las fuentes, y a un hombre y a una mujer desnudos, llorando y
errando por los prados verdes, mientras empezaba a llover.
Madrid, 16 de enero de 2014
Antonio Misas