La lluvia me ha calado las manos. Tengo los dedos ateridos dentro de los guantes mojados. He aparcado la moto contra la pared del edificio, por el temporal. Vendí una página de distrito21, el periódico local para el que trabajo. No estoy contento, no estoy contento. Cuando venía y más me azotaba el viento y la lluvia iba conduciendo y pensando en Miami; en ese calor asfixiante que pasé el fin de semana, en que tuve que tirar de mi cuerpo, remediarme para sobrevivir al día, estar todo el tiempo intentando saborear la vida. Pensando en cómo lo hacía aquel negro alto y flaco con traje blanco que bailaba en el Bayside. Pensando en cuando me saludaba con su sombrero blanco alzando su daiquiri y en cómo me miraba y me sonreía mientras le hacía la fotografía. Después vi la otra moto tirada en la carretera mojada con la luz encendida dirigiendo su foco al vacio, y al hombre inmóvil que se había precipitado bajo la lluvia tumbado en esa postura inverosímil que solo nos puede anunciar la m
La realidad es lo que se puede describir con el lenguaje, es un lenguaje descriptivo, no la realidad en sí. Por eso “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” Ludwig Wittgenstein