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Mostrando entradas de 2014

Lo único que no se puede comprar en esta vida es el tiempo.

La lluvia me ha calado las manos. Tengo los dedos ateridos dentro de los guantes mojados. He aparcado la moto contra la pared del edificio, por el temporal. Vendí una página de distrito21, el periódico local para el que trabajo. No estoy contento, no estoy contento. Cuando venía y más me azotaba el viento y la lluvia iba conduciendo y pensando en Miami; en ese calor asfixiante que pasé el fin de semana, en que tuve que tirar de mi cuerpo, remediarme para sobrevivir al día, estar todo el tiempo intentando saborear la vida. Pensando en cómo lo hacía aquel negro alto y flaco con traje blanco que bailaba en el Bayside. Pensando en cuando me saludaba con su sombrero blanco alzando su daiquiri y en cómo me miraba y me sonreía mientras le hacía la fotografía. Después vi la otra moto tirada en la carretera mojada con la luz encendida dirigiendo su foco al vacio, y al hombre inmóvil que se había precipitado bajo la lluvia tumbado en esa postura inverosímil que solo nos puede anunciar la m

Literatura y aceite

Imagen y Palabra16 Para Julio Pulido Moulet A medida que pasan los años, resulta inevitable que uno acabe convirtiéndose en todo lo que ha pensado. Acababa de leer esto en alguna parte, alguien de esos que hablan todo el tiempo del Karma, lo dijo. Aunque hubiera jurado que se lo oí decir al ex agente del FBI  Joe Navarro, ese tipo del cuerpo habla. La cosa es que mientras escuchaba hablar a Julio le andaba dando vueltas a eso. Tiene algo todavía del viejo periodista de la transición, y algo de profesor local cuando me habla de Machado. Bebe cerveza sin preocuparse del Karma y se cuida de que el sol no le acaricie la cara. Fuma en el porche del club de tenis Alameda de Osuna y habla de sus poemas, de la Andaluza Lozana, y de su Martos Literario, y de Rosa. - A medida que pasan los años, resulta inevitable que uno acabe convirtiéndose   en lo que ha sido mientras ha vivido, y algo hay de grotesco en ello. Casi no queda nada de  lo que se ha sido mientras se ha vivi

La sensación del absurdo

Aquel día salió a la calle sin rumbo. Esa mañana había estado leyendo a Camus y le iba dando vueltas a esto que una vez dijo:  « Cualquier hombre, a la vuelta de cualquier esquina, puede experimentar la sensación del absurdo, porque todo es absurdo » . Y lo era, es lo que pensó esa mañana. El mundo lo había sido siempre. La falta de valores ilustrada día a día en los telediarios no es peor que esta moda del  Coaching  impregnada de farsantes que te indican el camino a seguir. Realmente es absurdo. La vida hacía un camino de éxito personal donde unos tipos te quieren hacer creer que puedes ser alguien que no eres. Para esto tienes que cantar, bailar y visualizarte en la senda del éxito, el desarrollo personal y el afán por alcanzar la excelencia haciendo lo que sea, lo que se te dé bien. No hay un solo personaje público o privado que haya conseguido este éxito que venden en este mundo que no haya salido despellejado en el televisor, no hay un mito que no se nos haya caído.

nueve nuevas palabras

Para JP Como si ya tuviéramos un poco más de todo. Nueve nuevas palabras para hacer que no está cansado de todo. JP se levanta de jugar a las cartas con la copa medio vacía en la mano y se acerca a Bell para pedirla una vez más el teléfono. El cuerpo le pesa, y la voz. La sonrisa se le pone cuando se sienta al lado de Bell. Las luces ya están encendidas, muy tenues, medio muertas. Hacen brillos en su cabeza rapada y sombras en la cara bonita de Bell. Alguien dice que refresca en esta tarde de octubre mientras nos envuelve la oscuridad, literal. Mientras, yo invento esta escena (no estoy seguro si algún día la escribiré), que es lo que nos está ocurriendo ahora, mirando los platos de plástico, los botes de cerveza vacíos encima de las mesas y todo el desorden que hemos creado. JP, se siente estupendo y no quiere ser sutil. Bell se lo toma como el alago del hombre ebrio, fácil, infantil y cristalino. Nueve nuevas palabras: como si ya tuviéramos un poco más de todo... y estuv

Los hechos son descosidos de poesía

Para R Hoy en Madrid hace un viento suave de litoral, las ventanas de la casa hacen un pasillo a la corriente de aire que mueve las páginas del cuadernillo publicitario de Carrefour que subí de la mesa del portal. Se detienen en segunda unidad menos cincuenta por ciento en productos asiáticos…   (“En aquellos años no dabas valor a la realidad”, es lo que me ronda por la cabeza, lo dijo R anoche, todo empezó ahí. “Llegaste hasta aquí y te convertiste en lo que eres”, le dijo aquel tipo de sesenta y cuatro años, y después de darle un abrazo a R, me miró a los ojos y me dijo: “R es un superserie”. Yo estaba a punto de dormirme, era más de la una y el pacharán me estaba sentando como un somnífero, el tabaco, como una patada en los huevos. Tres días sin fumar y la intención de volver a correr por las mañanas y allí estaba, encendiendo los cigarrillos uno tras otro. Bueno, me dije, la vida hoy te ha sentado aquí con un señor que quiere tanto a tu amigo (como a un hijo, lo dijo trece

Ecosistema

Para Verónica Bebo cerveza en la cocina, sin camiseta, como esos turistas del Mar Menor… y me parece que fumo en una playa en la que nunca he estado. El televisor suena de fondo con las noticias de la franja de Gaza mientras miro como cuelgan las toallas mojadas en los tendales del patio. Expulso el humo del PALL MALL, y absorto, lo veo salir por la ventana. Si ella pudiera escucharme ahora, le hablaría de la belleza de los cervatillos, de cuanto tiene en común esa naturaleza con una mujer desnuda. Hablaría de que su corazón me acoge como la madera acoge a las larvas en la sombra de un bosque húmedo, y como todo eso se multiplica para procurar la vida.    La diría que su cuerpo es un olivo que se retuerce cuando la toco. Pego un trago al tinto de verano, apago el PALL MALL en el cenicero y con la ceniza mancho el mantelito de la mesa.  Hoy las flores del jarrón me parecen más bonitas.       Madrid, 17 de julio de 2014 Antonio Misas

Comienzo

     A las cuatro de la mañana pensar es casi una obligación, rondar la casa, este desaliento con el que te escribo obligándome a buscar alguna posibilidad, algo de esperanza, y aun sabiendo que este es un viaje que se debe hacer sola...        Sentí frío y me levanté a cerrar la ventana, miré temerosa aquella oscuridad, la noche aciaga… Después, asida a la almohada, pensé en todas esas cosas que no se deben dejar notar a los demás.      En sueños salí a la calle y vi ejércitos de hombres y mujeres ausentes, ciegos ante esto que me pasa… y a nadie pude decirle nada. Fui invisible, incierta… igual fue por eso que quiero escribirte...       Por la mañana me miro al espejo y veo ese color apagado en la mirada, sé que es ese que da la conciencia de seguir existiendo…  en los ojos tengo lagrimas que no deben salir porque no son eso que se necesita ahora, aunque cada día me sienta derrotada, disfrazada…      La vida me va yendo así. Como un amargo duelo, me dice el psicól

un héroe muerto

Para Fede; Travis Bickle Esa mañana al encender la luz vio en el techo blanco de la habitación una araña negra. Desorientado, en medio de la oscuridad y aquel dolor de cabeza, suponía que tuvo que ocurrir todo después de haber olvidado la sensatez dentro de alguno de los bares por donde anduvo, que allí, habría comenzado aquel viaje. Notaba que su propia baba fría sobre la almohada, en la cara, ya le resultaba molesta. Se desperezaba y sentía haber viajado durante toda la noche con los diablos por un laberinto alcohólico y sentimental. Aquello le esclavizaba sin comparación. Ya le había ocurrido otras veces, pero aquella vez se encontró en las mismas puertas de su vehemencia con diablos locos, alcohólicos, terribles, que cada vez se le hacían más insoportables. Aquel tipo recuperaba la cordura inmediatamente después de aquellos viajes, por la mañana, atontado, amontonando estas ideas peregrinas y sintiendo que había errado. Todo aquello le vulgarizaba, se sentía un individuo cuya

Alas de libertad

«A veces veo en el cielo playas sin fin, cubiertas de blancas naciones jubilosas. Un gran navío agita, encima de mí, sus pabellones multicolores bajo las brisas de la mañana. He creado todas las fiestas, todos los triunfos, todos los dramas.»  Arthur Rimbaud  ¿Cuál es el sentido de la vida?... dijo, y echó a andar, por la acera, en un mediodía febril, atestado de mediocridad, asumiendo aquella incomprensión, sumido en el abatimiento por tantos pensamientos nefastos, asqueado, harto de hundirse por aquella influencia adversa y violenta que nunca lo dejaría crecer, en esa forma de vida de otros y en sus ideas inamovibles, de aquellos con los que había perdido, tantas veces, el tiempo. Pensó que no volvería a acudir a aquellos encuentros, que no podría luchar contra el desinterés de ellos por avanzar. No podía, ante tantas palabras arrogantes, irreflexivas, ante opiniones banales formadas por creencias refractarias e inflexibles. Y le parecía que no podía pensar bajo ese sol a

esa frase de Karl Marx

Para Verónica La mujer se acercó al espejo para pintarse y el hombre la observó en ese momento para grabarlo en su memoria. Aquellos últimos minutos antes de salir a votar no cambiaban una realidad hostil, la vida ahí afuera no le estaba siendo favorable con los asuntos mundanos, sobrevivir en este país se había vuelto del revés para cinco millones de personas, para cualquiera que buscara un empleo digno. Eran tiempos de vacas flacas, de números rojos, era, la humillación de los soldados olvidados tras la gloria. El país había entrado en una catástasis global y el gobierno de este país estaba sometido a la poderosa Alemania de Merkel que dirigía a los países del sur de la Unión Europea al desastre social. El gobierno de Rajoy era incapaz de cubrir las necesidades básicas de la población más desfavorecida, el umbral de la pobreza estaba en las cotas más altas desde la posguerra Civil, más de dos millones de  niños y niñas , sin casa. Tantos recortes solo habían llevado a la pobl

Las primeras mariposas

Para Verónica García     En abril, suponía mejores tiempos, seguía esperando algo más de la vida, alguien, pensó, como él. Se sentó a su lado por primera vez, y entonces sintió la vida como un sueño posible. Hasta ese momento, el mediodía en Barajas no era muy alentador, tampoco lo había sido la mañana ni lo sería la tarde. Vivir en un sitio monótono no daba para soñar. No daba el presente ni tampoco el pasado, no había espacio, ni ganas, ni imaginación para seguir… la vida era un sueño de otros.   Él, la vio llegar y girar por la verja abierta de la Viña de Nerea y cuando se sentó a su lado, supo con toda certeza, que una mujer así, podría dar sentido a la existencia de un hombre, reducir la banalidad del mundo y contribuir, con toda seguridad, a abrir de par en par las puertas de la esperanza.   No sabría decir a quién de los dos le pareció más hermoso aquel momento, ni el por qué empezó a soplar un viento suave, una brisa que mecía las ramas de las robinias de

"...la consciencia de ello es lo que le otorga sentido"

Ahí abajo, el portero del edificio recoge los cubos de basura mientras dos señoras que hablan de sus cosas a la sombra de los abetos centenarios, le interrumpen.  Al fondo, allá lejos, las montañas de Madrid todavía están nevadas y veo al camión de la basura esfumarse entre los árboles y los edificios rojos. Los hombres hacen su trabajo en este país mientras yo observo eso en pijama a través de la ventana. Ha refrescado pero a las doce cincuenta y siete el sol luce espléndido. No hay angustia en mi corazón ni nada que se le parezca, no hay más que una placentera neutralidad con la que mirar al mundo. Pienso que hoy no espero ya nada del día, aunque, tal vez me llegue alguna propuesta de trabajo, o algún poema al correo que pueda emocionarme y altere esta ecuanimidad que me anega como si nada pudiera pasarme, posiblemente, porque ayer mismo te eché de menos con vehemencia, otra vez esa sensación… como si nos hubiéramos separado por primera vez el uno del otro y tuviera que sentir

El espejo son los otros

Para Fede; Travis Bickle Al tipo le arrastraba la insatisfacción, esa manera de sentirse atrapado y perdido con todo, la incapacidad de disfrutar, sobretodo, de sus propias facultades para estar en paz. Lo sé porque yo un día fui así, porque para mí la vida fue así. El tipo era una especie de víctima del sistema, incomprendido, caprichoso y con discapacidad para domesticar y matar su intensa vida interior; una sola virtud con la que ganarse a los demás, creía, y no se daba cuenta que esa era su única desdicha.   Le dejé en aquel bar, borracho, con el vaso de tubo hasta arriba, con los parpados vencidos, subido en una banqueta y acodado en la barra, vacilando en su vacío. Por su conversación desfilaron distintos interlocutores, para ellos tenía una historia inmortal que confesar, unas palabras distintas de su dolor y su descuido. Me fui con la esperanza de que a las diez llegara ella a rescatarlo, y le arropara, y le diera ese amor que él todavía no sabía cómo aguant

con todas estas cosas en la cabeza...

De madrugada en la puerta de aquel garito siempre había dos porteros, algún borracho argumentando por qué debía entrar y gente fumando. Dentro, la música sonaba alta. La camarera cubana era de una belleza insuperable, como la bondad. Estábamos cuatro, sin una mujer que nos pudiera adoctrinar, solos, los cuatro, supongo que en eso de siempre, pegados a la barra, chocando el cristal de las copas, sintiendo eso de solo solos somos libres, observando todo, desde afuera, sin los comprometidos afectos de ellas, en el placer del momento, en las emociones primarias, en ese estado simple de los hombres, en eso de que el hombre sólo se quiere y se afirma a sí mismo ilimitadamente. Aunque estaba distraído con aquello en aquel momento, me hallaba prisionero en el dilema de siempre, en esa dependencia que invariablemente acababa en los otros, o en una mujer, y me producía una necesidad mucho más allá del alcance de los sentidos. Intentaba engañar esa forma gregaria de ser que tenemos casi to

Mujeres amontonadas

En enero la vida le dio una lección. Equivocación tras equivocación había ido sin pretenderlo a caer en un saco de despropósitos. Se había dejado llevar por la inercia y se había despreocupado tanto de todo que la vida le atizó con verdadero rigor. Lo peor de todo fueron los desengaños con los tíos. El trabajo, aunque lo negoció a la baja, lo siguió conservando. También resolvió lo de los kilos asumiendo los excesos con la comida y el alcohol, las fiestas... fueron tantas, que prefería olvidar. Casi en la primavera se encontraba a salvo y todo era ya pasado. Era ya pasado cuando conoció a aquel tipo que hasta entonces solo la había besado una vez, sin embargo, seguía con su empeño de que aquel hombre, era el hombre de su vida.  En la habitación, el tipo jadeaba agitado por el esfuerzo subido todavía encima de ella, y ella, desnuda, casi tapada por aquel cuerpo miraba al techo con el antebrazo sobre la frente y pensaba que durante aquel tiempo frenético no había parado de

Elia y nuestro mundo de sombras

Siempre pensé que Elia había venido a un mundo de sombras. Siempre pensé que Elia tampoco tendría muchas luces para iluminar este mundo. Yo fui el pequeño de tres hasta aquel día de noviembre. A los doce años ya estaba más que harto de lo que ocurría en nuestra casa. El viejo nos daba tan mala vida, que tuvimos que aprender a desconectar en aquellos momentos intensos e indeseables que pasaba con nosotros. Era su carácter, nos decía. Más tarde supimos que era su propio miedo a vivir.  _Nos estresabas tanto que nos bloqueábamos, le dijimos muchos años después. - Supongo que aprendimos a desconectar para evitar aquel bloqueo y que aquello, apareció en nuestro cerebro mientras vivíamos. Había que seguir pensando que en el mundo había otras cosas. La pequeña llegó tarde, llegó cuando nosotros nos estábamos haciendo mayores y ya dominábamos lo de desconectar, ese sistema de la razón que nos evitaba sufrir y nos permitía ser felices a pesar de todo. Crecimos con la seguridad de qu

Tu mirada me hace grande

                              Fotografía de A.Misas  Dejó de leer por un momento y pensó en que unos días atrás estuvo en un entierro, recordó que la vez anterior no pudo contener las ganas de vivir. En aquel entierro lloró por ver sin vida el cuerpo de una persona que le había sido tan querida… y allí, el sentido de la vida tomó otro cariz; las cosas materiales, el dinero, todos los errores que había cometido y cometería el resto de sus días pasarían a un plano menos importante. También la espiritualidad dio un giro y renunció a toda mística y ya solo necesitó comprender por qué vivimos para explicarnos la vida, para qué estamos aquí preocupándonos de cosas horrendas, teniendo miedo a envejecer, no a morir, pero si a hacernos mayores y ser un instrumento inútil.   Vivir, pensaba, no es solo una reunión de episodios y consecuencias. No es, si haces las cosas bien, te premian y si las haces mal, te castigan. Todo eso le parecía un disparate, todo, una educación inútil. S

La vida es un camino inevitable

Para AOZ Cuando llueve, el cielo parece un lugar horrible. Piensas en la gente que va en los aviones leyendo el periódico esperando llegar a algún lugar. Y en que tú estás ahí, detenido, medio jodido en la cocina, tomando café y fumando, con nadie con quien hablar, mirando la lluvia y pensando en ella. En que la vida la puso en tu camino y ella, te trajo un amor inevitable.  Hoy no hay memoria que no te someta a ella. No hay idea que no te empuje hacía ella. Tu vida dejó de ser un lugar apacible desde que te alejaste de su lado. Y vives como si alguien te hubiera metido en un psiquiátrico californiano y te estuvieras comportando como Randle McMurphy.  Hoy, la echas de menos hasta enfermar y sabes que casi no te queda tiempo para intentar volver por la carretera de la frustración y el olvido. Cuando su corazón te late, todo son recuerdos del fracaso y la desdicha. Madrid, 29 de enero de 2013 Antonio Misas

Cuando ya no te duela nadie…

No se llega a ver guapa en el espejo. Decir ego recuerda a Jesucristo. Ya brilla, suelta el secador y hace esa mueca que pronuncian los labios cuando se pinta un beso.  En la encimera, junto al lavabo, hay un paquete de tampax. La esponjita, el tono tierra que oculta las ojeras… suena el móvil. _ ¡A mí no me duele el ego! Me duele que este tipo no me quiera, me hace daño que no se ocupe ya de mí, de nosotros.  Tener que salir de esta costumbre, darme de bruces con otra realidad, y despertar en este momento, sucio. Tener vacío en las palmas de las manos… ser parte de sus cicatrices, haber parido. Al otro lado la voz no deja de hablar. De fondo, se oye el ruido del tráfico, algún claxon y cuando pitan los semáforos en verde. _ Voy a entrar en la tienda Nesspreso de Velázquez._ Ella piensa que ya no toma café, en George Clooney, en que ya no te duela nadie. _ Después paso a buscarte, ¡ponte guapa! No pienses en esas cosas.   Todavía queda vapor en el baño, la luz está

Lo que me queda de ti

Estaba haciendo sopa de sobre. Alberto veneno se había ido a boxear y Charly, a nadar, y yo removía la cuchara de madera y me ponía a volver a ver, oír, oler en las cosas que casi no me habían llegado a ocurrir. Manipulaba las fotografías de la mente queriendo dominar la oscuridad, y pronunciaba su nombre.  La vi en aquel bar y para no ir olvidando su rostro impulsaba ese tipo de memoria que dicen visual, probaba la sopa y fumaba, me quemaba la lengua y fumaba, y me refiero a que no podía hacer nada ¡se me iba largando su cara! sin remedio, ¡joder! Intentaba recordar su acento del sur, tan bonito.  Pensaba en lo bueno de ella, en lo malo de mí, en el cielo plomizo que iba haciendo la noche, en las gotas de lluvia que golpeaban la visera metálica del octavo y en el olor a gallina blanca. En el lugar más cálido y habitable de la casa pensaba en lo que me queda de ti, en la desmemoria de las cosas bonitas.   Madrid, 18 de enero de 2013 Antonio Misas

Pensar, en que la ilusión es un oasis…

Para Ricardo Madrid Al hombre le gustaba visualizarse rodeado de sus amigos cuando estaba con ellos, hacía un silencio, cerraba los ojos… y la satisfacción le ponía una sonrisa. En su relación de amor solo había huracanes, pensaba. Ella, la mujer, se dejaba llevar. Había una vida entera por la que pasar, y ella, se gustaba estando con él, pero aquel bienestar siempre duraba poco. En el tiempo había demasiada velocidad para poder pensar. Pensar la vida no es lo mismo que vivirla. Soñarla, tampoco. Anclarse en la necesidad del otro, era aplazar la tuya. La vida no puede ser a veces esto que nos ocurre. Él, pensaba en tiempos mejores, en cuando fueron tan felices, tal vez,  aquella felicidad de al principio de todo, donde todo empieza, donde te quieres parar para que el resto de la vida sea así. Siempre instalar las ideas en un siempre génesis, ¡era un error! Nunca volverá a ser lo mismo. Abría sus ojos negros, se atusaba el mentón y miraba a su alrededor, las fotografías l

Ayer que amé tus rodillas…

                          F otografía A.Misas 2009 La chica del vestido andaba por la calle vacía de gente, movía sus piernas casi como tú, tenía las rodillas como tú y yo, mastiqué ese pensamiento en ti y amé tus rodillas.  Nunca me faltó amar nada de ti, querer lo tuyo, cuando venías y pronunciabas mi nombre, todo se hacía verano. No sé muy bien cómo salir de esto, te convertiste en un gigante para mí, un gigante al que querer, alguien muy importante y yo, yo me sentí otro gigante. Y me dijiste; Supe tu vida. Por tu mirada. Y en tu mirada vi tu dolor y a ti. Y yo te dije; Hay una ternura en ti que yo necesito tener. Y entonces, tú me dijiste; Algún día volveré a ser yo. Sé lo que sentías, lo vi en tu cara. Y yo te dije; Tú siempre serás tú. Aquella chica que me llenó la calle y la tarde de ti, cuando desapareció, me dejó este vacío, en este dolor.  Madrid, 9 de enero de 2014 Antonio Misas

La voz

                  Para Eduardo Guijarro Aquel tipo tenía la voz bonita, me gustaba como hablaba y las cosas que decía. Al principio me dio esa impresión de sabelotodo porque nunca venía de vacío, pero me gustaba como trataba a los demás. Le conocí en un trabajo de segunda, fuimos compañeros durante un tiempo y luego le perdí la pista. Volví a oír su voz acogedora en un lunes de puerta fría, me miró con su mirada tierna en un polígono de mala muerte donde pululaban hasta los tumbleweed del desierto de Texas, y me abrazó como si me hubiera visto ayer y en estos años, el tiempo no hubiera pasado. Supo que la fortuna había dejado de mirarme a la cara y me protegió como si yo fuera un niño desamparado y él pudiera ver mi alma, como si supiera que todas las veces que me he sentido un fracasado, en ese mismo momento, me estuvieran cayendo encima. Por la noche, nada puede aplacar la violencia de todos mis conflictos, pero cierro los ojos en la oscuridad, y me agarro al sosiego q