Ir al contenido principal

¿Dejó de importarnos el cielo?

Para Cesar de la Campa

« ¿Dónde está el verano, el increíble verano del absoluto?  T.S Eliot»

Se te ha largado la memoria después de una vida dedicada a Dios. ¿Qué más da lo que hayas hecho con tu vida? Podrías habértela pasado en los burdeles adoctrinando a las putas. Una vez me dijiste que para ti las galletas eran como una mujer abierta de piernas, y a mí me extrañó que un cura dijera eso. También te cagabas en mi puta madre cuando yo me cagaba en dios. Y me explicaste por qué decidiste ser cura, por qué preferiste la religión y las Iglesias. Ahora eres un viejo, tan viejo que no me recuerdas mientras yo pienso en dios y en todo aquello qué sé. Lo que me dijiste me acompañó durante años enteros. ¡Qué triste es todo, por Dios!

Hablé contigo de Literatura y Conversión.  De cuando Eliot se metió ahí. Yo me había empapado de eso. Compré un libro que se llama así en una librería del Paseo de Gracia, creo que muy cerca de la casa Batlló de Gaudi,  una de esas veces que fuimos M y yo a Barcelona. Ella se iba a volar  y yo me perdía por la ciudad a buscar el no sabía qué. Me he pasado la vida buscando ese no sé qué. Compré muchos libros de los poetas malditos. Pero de esa conversación ya no queda nada en tu cabeza…

Te leí La Tierra Baldía, de noche, tirados en la alfombra del gran salón, bajo los miles de libros de la biblioteca, como si fueran nuestro cielo. Cuando nos dio una temporada por hablar del mejor poeta, como si eso se pudiera consensuar.  También hablamos de Rilke: «Tengo miedo de todo lo que ha pasado y de todo lo porvenir.» Pero yo hoy, te quiero hablar y hablo de Schröder, de sus versiones poéticas de los Salmos;

Y me apaciento en praderas. / Llenas de pastos y fuentes; / si he de pasar por espantos, / sin luz de luna ni sol, / conducido por el valle: /el señor es mi pastor. / …

Esta tarde me fumé todo el tabaco que me quedaba, me bebí cien cervezas, no paré de hablar... para acordarme de ti mientras te hablaba de ti, hasta que me fui y te dejé ahí, olvidado de Dios y de los hombres.

Santander, 31 de octubre de 2013
Antonio Misas