La
relación de amor, digamos que era, desnivelada. Aquel tipo no era mi amigo, su
amiga, era ella. Cuando aquella relación se estabilizaba, no le necesitaba. Me
sobrevino la calma y después, le dejé de hablar. Simplemente, al tipo le
necesité y le utilicé de forma intermitente. Luego desaparecí. Él lo
comprendió. A todo el mundo le pasa. A veces estamos necesitados de alguien
para derribar esa pared que somos en nuestra cabeza. Entiéndanme, a veces se
nos imponen muros insalvables. Necesitamos de algún buen samaritano que nos dé
otra perspectiva sobre algún asunto que nos atormenta. Nadie te puede negar
eso. En esas ocasiones, somos otros dentro de un nosotros que está entre cuatro
paredes y nos resulta imposible salir. Solo te puede salvar alguien que lo vea
desde afuera. Y así fue. El tipo hizo en alguna ocasión de torniquete para mí,
bebimos unas copas, fumamos y charlamos del dolor que me producía haberme
enamorado de aquella mujer, pero nada más.
Hoy
le envié un mensaje en el que le decía que mi novia me había dejado y que
estaba, roto.
Madrid, 19 de septiembre de 2013
Antonio Misas