El
día estaba nublado. Al final del verano los días son así en esta ciudad. Hace
frio por la mañana. Toni estaba aparcado enfrente, dentro del coche. Escuchaba
la radio, siempre escuchaba esos programas estúpidos que dan por las mañanas en
la radio. Eran casi las diez menos cuarto cuando vimos acercarse al coche
buscando sitio para aparcar. Toni arrancaba el coche y se disponía a salir del
aparcamiento, lentamente. Como hacía siempre que nos veía desde el otro lado,
era su manía, para ganar tiempo. Colisionó contra su aleta. El conductor detuvo
el vehículo. Esperábamos a que se abriera el paso de peatones para reunirnos
con Toni. El tipo salió para hablar con Toni. Toni también salió.
Norman se puso nervioso y empezó a ladrar. Saltó por la ventanilla. El corazón me
latía fuerte. Nunca ocurría nada en la avenida. Un chatarrero pasaba dando
voces. Lola vio mi cara de preocupación. Lo sé porque se reflejaba en la
angustia de la suya. Su rostro a las diez menos cuarto fue lo único que vi
cuando el otro coche lo atropelló.
No
podíamos hablar. Tampoco teníamos nada que decirnos. En menos de dos minutos
todo ocurrió como nunca lo hubiéramos podido imaginar.
¿Qué le íbamos a decir a
los niños?
Madrid, 10 de septiembre de 2013
Antonio Misas