Ir al contenido principal

LaS pAlAbRaS

No pudo oír nunca más sus voces, ni leer sus palabras escritas, ni nada. Porque de pronto ellas decidieron que ya no le dirían nada. Dijo que dejó de soñar y de pensar en ellas, de amarlas, para alejarse del silencio.

No sabía estar solo y ese efecto que produce el silencio del que necesitas que te hable, le hacía sentirse solo. No permitió a la razón que acusara ese dolor que produce el desafecto. Recordó a Miel, aquella chica sordomuda de Valencia que muchos años atrás le enseñó el valor que tiene que los demás te tengan en cuenta. El abandono de aquellas mujeres era un hecho.  

Por primera vez se detuvo para descubrir a todas aquellas amigas y amigos que le hablaban, le sonreían, le escribían y le aceptaban con sus equivocaciones, sus yerros, sus desvaríos y sus putas meteduras de pata.

Sacó el paquete rojo de PALL MALL y encendió otro cigarrillo. Tocó las monedas del bolsillo derecho y, con un gesto levantó la jarra vacía de cerveza para que le viera el camarero, sonrió a sus amigas. Ellas eran realmente bonitas, pensó.

Ellas le devolvieron la sonrisa mientras hablaban cuando el camarero le traía la jarra. Él no sabía de qué hablaban, estaba entretenido pensando en eso cuando pronunciaron su nombre.  

Las palabras, son ese bendito y maravilloso ruido de otra voz pronunciado las letras de tu nombre. 

Madrid, 16 de agosto de 2013
Antonio Misas