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MALETAS



Henri y Lorna fueron siempre unos buenos vecinos. Henri esperaba a Lorna en el portal con las maletas preparadas, aquellas que les había regalado el banco cuando años atrás firmaron la hipoteca. Me entregó las llaves del piso y me abrazó. Lorna no quiso despedirse. Henri se volvió, levantó la mano y movió los labios diciendo adiós. Devolví el saludo y maldije mi trabajo. Los vi desaparecer por la avenida arrastrándolas.  Permanecí observando la calle hasta mucho tiempo después. Siempre supe que aquel día en el que por fin pudieran estrenarlas en un viaje, sería un día extraordinario. 

Madrid

Antonio Misas