Para Eduardo Sáenz–Hermúa Sanz (2)
Al
final debió de cansarse porque nos dijo; nada es como digo. No tengo criterio
para saber cómo deben de actuar, cómo deben de ser los otros. Nada me
diferencia. Y yo pensé en cuando voy en moto por Madrid; disfruta,
disfruta joder. De qué sirve llegar antes, perderás el tiempo después, así que
disfruta y deja de actuar de forma mecánica. Vive como si atravesaras la bahía.
Es una sensación, todo, todo en la vida son sensaciones. Y él decía; a veces
pasas largas temporadas juzgando a los otros, y en ese viaje, en los defectos
de los otros, te asfixian tus prejuicios.
En
sus ojos empezaba a chispear la luz. Las bombillas se reflejaban sin fuerza en
las mesas de aluminio. Iban a ser las doce, ya no había barullo. En la terraza
habían pasado las horas, toda una vida. Su último discurso hablaba del valor
que le sostiene, de lo que le ayudaba a permanecer aquí. Muchas veces querría
pasar la línea. Desaparecer. Alcanzar el cielo.
Madrid,
12 de mayo de 2013
Antonio
Misas