Los ojos de
la chica se llenaron de lágrimas. Empezábamos a hacerla el vacío,
incluso luz de gas por una simple cuestión de intereses comerciales. Durante
los primeros meses se habían sucedido pequeñas crisis de desconfianza en aquel
edificio enfermo. En el mundo de las ventas siempre te encontrabas
con tipos aparentes, insaciables, feroces, incluso con equipos enteros,
dispuestos a amargarte la existencia. Si te cruzabas en su camino, te
aplastaban. Aquel día la tensión ocupó todo el espacio. La chica se cruzó en
una cuenta. La llamada del cliente activó la bomba. Se la asignaron a ella. Era
una cuenta olvidada, sin oportunidades desde hacía meses.
Cuando todo
se desmoronó, vi como la luz de gas alumbraba la perra ambición que nos domina.
Vi esa luz ocupándose de nosotros.
Madrid, 22
de febrero de 2012
Antonio
Misas