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Mostrando entradas de 2013

Nueve años

Para AOZ En la retina el sueño. En la memoria, tu rostro. El cuerpo dolorido de no encontrar postura. La mañana fría. La mente liberándose de la resaca de hace dos días. La edad es ese amigo viejo que se va ocupando de ti. No hay alcohol ni sustancia que reviente tu recuerdo, no hay corazón que se duerma cuando el subconsciente prolonga las heridas en ese hospital en el que habito desde niño y en el que tú, fuiste mi enfermera. Todavía abro los ojos para saber que existes y los cierro para seguir sin ti. No hay ruido o sabor que no me traigan tus cosas. No hay mariposas ya, ni penas en diciembre. Viviendo deprisa no se transita la carretera de la paz, no se llega pronto a ningún lugar. Pasarán circunstancias como abejas que enferman y mi sangre será, miel enferma. Antonio Misas Madrid, 27 de diciembre de 2013 

tardes de club y noches de cocina

Cosas que pasaron y que nunca volverán a pasar. Lo pienso mientras plancho camisas para ir a trabajar en un trabajo de mierda, mientras se hacen las lentejas y miro de refilón los zapatos, los tres pares que he limpiado y ordenado. Cosas que no volveré a vivir y que me han llenado la piel de escalofríos, pienso que he sentido eso. Nadie dice nada en el televisor que tenga un poco de interés o de sentido. Por la tarde beberé cerveza en el club con mis amigas, hablaremos de estas cosas que nos pasan en la vida y a veces me harán sentir, un Cristo redimido, otras, seré un demonio mal nacido, pero ellas irán nombrando nuestra vida como en una plegaría que dará sentido a todo lo que nos pasa. Cerrarán junto a mí, etapas abiertas, heridas que sangran.  Veré llover en la noche del porche mientras me fumo un cigarrillo, veré salpicar las gotas de la lluvia sobre las mesas plateadas. La tarde será fría fuera mientras todos bebemos dentro de un anuncio de cerveza. Hablaremos de tu pelo y

Nuestra vida se quedará llena de tu habitación vacía

Para Manuela Lajusticia La casa se quedará vacía cuando ella se vaya. Nos deja entre cuatro paredes mal pintadas y sabemos, que ya no volveremos a oír su voz en el salón, que ya no disfrutaremos de su compañía, que era, como esa necesidad que a veces se tiene de tomar vitaminas. En las noches que quedan de diciembre, el viento ronco todavía girará por las esquinas de la torre, y dentro, no volveremos a tener ese poco de hogar que en esta casa, nos hacía ella. Cuando llegué, para poder pronunciar su nombre tenía que hacer ejercicios: Lena, Daniela… ¡Nela! Y ahora pienso que no volveré a pronunciarlo,  mañana y pasado, y en un año entero ya no estará con nosotros. Y no sé si volveremos a verla alguna vez, porque la vida ocurrirá deprisa y ella se irá a Valencia y luego a Londres y, ¡sabe dios adonde más!… y nosotros permaneceremos como metidos en los fotogramas de un telefilme inocente de un domingo por la tarde, tirados en un salón sin muebles… ¡y sin vida!,  a solas, c

una buena revista en el wáter

A este lado de Madrid la vida es más pueblo. Los transeúntes se van haciendo conocidos y en poco tiempo ya no extrañas a nadie. Te entierras un poco en un sabor rural y provinciano y parece que por aquí Madrid, ya no es Madrid. Queda un poso de un pueblo, casas y tejados de un pueblo, discursos de un pueblo y aunque la mayor parte de sus habitantes son internacionales, no queda un solo ser cosmopolita en Barajas. La noche se cierra pronto, la gente, los bares, los club sociales y hasta los adornos de las calles hacen parecer demasiado local el entorno. Poco a poco te va mermando la capacidad de ampliar el mundo, te vas haciendo un resumen de lo que eres, y te vas convirtiendo en la síntesis de un tipo arrinconado junto a la chimenea. Todo es tan local y tan pequeño. Para salir al mundo, no hay nada como tener una buena revista en el wáter.  Madrid, 9 de diciembre de 2013 Antonio Misas

Nunca volveré a California

El sol brillaba espléndido en la bahía de San Francisco. M y yo, éramos unos niños cargados de ilusiones con toda la vida por delante.  Por la noche acudimos a un concierto en el Pier 39, bebimos y bailamos, y soñamos con ser otros.  Después de unos días, al regresar a Long Beach, estuvimos de copas con Matud, Paul y sus amigos. Paul nos enseñó sus cuadros y un mural que había pintado en un edificio de la ciudad. En aquellos días que pasamos recorriendo California no esperaba nada y lo esperaba todo de la vida y ahora, muchos años después estoy agradecido de todo lo que me ha traído, agradecido de M y del pequeño Al, que a pesar de haberlos postergado durante años, me han esperado como si no hubiera pasado nada, como si todo hubiera sido una laguna para mi mente. Soy un ser privilegiado al que A no acabó de comprender en estos últimos años, pero al que ofreció lo mejor de su vida e hizo feliz y procuró una paz que hasta entonces no había conocido. Sé que nunca volveré a

"A Heart to old you"

Un ángel me dejó enfrascado en un limbo de calles sin salida y mientras pienso en su nariz, escucho esa canción de Keane, en la que Tom Chaplin canta al piano. En una novena planta tampoco se está tan cerca del cielo, aunque una vez puede que lo creyera. Y hasta el café de madrugada se me llena de nostalgia y me sabe a su saliva. Cuando piensas en una mujer crees estar un poco en ella. Repites sus gestos, sus ruidos, sus manías y maneras  y te pones en todas esas cosas que hace para saber sentir, creer estar en lo que es y dar valor a lo que sentiste cuando estabas con ella… y poder agonizar.  Agonizar, es vomitar en diciembre ¡querer ser como tú!.  El amor es tan egoísta… y estoy tan cansando… que hasta me siento cómodo... puede que esté confundido. Y me planteo un futuro que todavía no puede hallarse, arrodillado ante la cubierta de un corazón que no es mío, buscando ese mismo porvenir que nunca viene, esa felicidad que no existe. Madrid, 4 de diciembre d

¿Podemos contemplarnos?

Al amanecer, veo por la ventana de la cocina como se aproximan los aviones para aterrizar en la te cuatro. El celaje de a principios del invierno no es muy alentador ahora que ha escampado. Me da la sensación de haber vivido una vida en la que siempre ha estado lloviendo y, el hecho de que escampe no significa que a partir de ahora vaya a ser mejor. Me refiero a que halle una esperanza dentro de lo razonable para serenar mis ideas. De todas formas, mi relación con M está mejor que nunca y aunque la tristeza inunde el mundo por mi separación de A, podré sobrevivir dentro de mis zapatos.  ¡Oh, que desarticulada es la vida a veces! Y que esfuerzos conlleva eso de controlar los pensamientos, los sentimientos y las emociones. Al menos, no sufrimos eso que dicen del vacío, aunque nos encontremos en un lugar peor. Si, podemos contemplarnos desde un plano superior como cualquier estúpido y sentirnos completamente así, estúpidos. No importa lo que hayamos hecho con nuestra vida, la c

¿Dejó de importarnos el cielo?

Para Cesar de la Campa « ¿Dónde está el verano, el increíble verano del absoluto?    T.S Eliot» Se te ha largado la memoria después de una vida dedicada a Dios. ¿Qué más da lo que hayas hecho con tu vida? Podrías habértela pasado en los burdeles adoctrinando a las putas. Una vez me dijiste que para ti las galletas eran como una mujer abierta de piernas, y a mí me extrañó que un cura dijera eso. También te cagabas en mi puta madre cuando yo me cagaba en dios. Y me explicaste por qué decidiste ser cura, por qué preferiste la religión y las Iglesias. Ahora eres un viejo, tan viejo que no me recuerdas mientras yo pienso en dios y en todo aquello qué sé. Lo que me dijiste me acompañó durante años enteros. ¡Qué triste es todo, por Dios! Hablé contigo de Literatura y Conversión.  De cuando Eliot se metió ahí. Yo me había empapado de eso. Compré un libro que se llama así en una librería del Paseo de Gracia, creo que muy cerca de la casa Batlló de Gaudi,  una de esas veces que fuim

Cuando nos iba viniendo esta miseria…

Las cosas que me dijiste ya no sostienen esta casa.  Te miré como si te hubieras muerto. Y tú me mirabas, también, como si te hubieras muerto. No pude recordar más que eso. Nadie había a nuestro alrededor en aquella conversación cuando vino esta miseria. Estuvimos ocupados siendo infelices, saboreando el cianuro de la vida, como si nunca nos fuera a pasar nada. Y luego nos fuimos separando de nosotros. Los otros que ahora somos, yacen en el jardín sentados en nuestras lapidas, bebiendo lágrimas y hablando de nosotros, de lo mal que lo hicimos todo.  Ahí espían nuestras culpas, el último aliento. Ahí, sé que está enterrada nuestra paz y habita muerta nuestra risa. Ahora somos eso que flota en las ideas, tiempo en cuerpos desmembrados. Estamos en un lugar donde ya no se asean los pobres de la tierra. Madrid, 16 de octubre de 2013 Antonio Misas

La humedad relativa del aire

La calle huele diferente a las siete de la mañana si entras o sales, si te has levantado o te vas a acostar. El día que te conocí me hablabas también de la humedad relativa del aire y de cosas de esas que, aun siendo interesantes, no tienen ningún interés, no hay relevancia alguna en ellas, pero que a los niños les encantan. Me explicaste que, para relacionarnos con los desconocidos, para romper el hielo, debemos utilizar el lenguaje a modo de relleno, hablar por hablar hasta encontrar algún elemento común con el que empatizar. Ser niños. Seguir pareciendo adolescentes, rebeldes y libres. Decías que en tu cerebro solo cabían doce años. Te quedaste ahí hace ya una eternidad y no quisiste crecer. Que todo eso te hacía las cosas más fáciles… si no, todo era tan serio. Y a mí, empezó a gustarme tu descaro, ese niño que a veces interpretabas, y que no eras. Esas cosas dulces que decías a la gente sin importarte lo que pensaran de ti. Como te gustaba seducir a todos por esa necesida

Por la mañana, puedo ver la belleza de las chicas

Pasaba tardes enteras en el sofá viendo la televisión o mirando al techo, a los muebles. Lunático. El amor siempre pasa por la luna y cuando no se puede estar en la luna, se sueña con la luna. Eso pensaba yo. Había otra luna para aquel tipo que fue mi marido y me amó tanto. Se había convertido en un peregrino. Ya no estaba conmigo, y no sé cuando empezó a irse.    Había algo demoledor en cada razonamiento. Casi no se podía percibir, pero estaba ahí, en las conversaciones, en las miradas de sus ojos piadosos, en su educación, en su voz profunda. Hacía que yo me sintiera culpable de sus continuos decaimientos cada vez que abordábamos la situación. La crisis venía de lejos. Ya no recordaba la última vez que dijo algo parecido a que me veía bonita. Hoy todo es temporalidad, oscura temporalidad. Lo es cuando estoy metida en este asunto que arruina mi vida, a la que me había acostumbrado, en la que era más o menos, feliz. Un día cualquiera empezó a cambiar como compañero de viaje y en

Relaciones difíciles

La relación de amor, digamos que era, desnivelada. Aquel tipo no era mi amigo, su amiga, era ella. Cuando aquella relación se estabilizaba, no le necesitaba. Me sobrevino la calma y después, le dejé de hablar. Simplemente, al tipo le necesité y le utilicé de forma intermitente. Luego desaparecí. Él lo comprendió. A todo el mundo le pasa. A veces estamos necesitados de alguien para derribar esa pared que somos en nuestra cabeza. Entiéndanme, a veces se nos imponen muros insalvables. Necesitamos de algún buen samaritano que nos dé otra perspectiva sobre algún asunto que nos atormenta. Nadie te puede negar eso. En esas ocasiones, somos otros dentro de un nosotros que está entre cuatro paredes y nos resulta imposible salir. Solo te puede salvar alguien que lo vea desde afuera. Y así fue. El tipo hizo en alguna ocasión de torniquete para mí, bebimos unas copas, fumamos y charlamos del dolor que me producía haberme enamorado de aquella mujer, pero nada más. Hoy le envié un mensaj

¿Qué le vamos a decir a los niños?

El día estaba nublado. Al final del verano los días son así en esta ciudad. Hace frio por la mañana. Toni estaba aparcado enfrente, dentro del coche. Escuchaba la radio, siempre escuchaba esos programas estúpidos que dan por las mañanas en la radio. Eran casi las diez menos cuarto cuando vimos acercarse al coche buscando sitio para aparcar. Toni arrancaba el coche y se disponía a salir del aparcamiento, lentamente. Como hacía siempre que nos veía desde el otro lado, era su manía, para ganar tiempo. Colisionó contra su aleta. El conductor detuvo el vehículo. Esperábamos a que se abriera el paso de peatones para reunirnos con Toni.  El tipo salió para hablar con Toni.  Toni también salió. Norman se puso nervioso y empezó a ladrar. Saltó por la ventanilla. El corazón me latía fuerte. Nunca ocurría nada en la avenida. Un chatarrero pasaba dando voces. Lola vio mi cara de preocupación. Lo sé porque se reflejaba en la angustia de la suya. Su rostro a las diez menos cuarto fue lo único que

¿Cuánto vale una PEPSI COLA?

Estamos sentados en una mesa de la terraza de un bar de la calle Fuencarral, en un sitio nuevo donde los botellines cuestan ochenta céntimos, parece increíble. Mientras hablamos llega un tipo con pinta de retrasado de esos que reparten estampitas. Pone una a cada lado de la mesa. Las estampitas no son estampitas. Son calendarios con la imagen de la milagrosa, de esos que dejan en los mostradores de los estancos y las carnicerías para los clientes.   Me mira fijamente. Le miro, es feo. Hago como si fuera invisible. No se va. La miro a ella que está esperando ver que reacción voy a tener. Miro al tipo y pienso que no va a dejar de mirarme. Meto la mano en el bolsillo y escarbo en las monedas. Le doy cuarenta céntimos. El tipo recoge el calendario de mi lado de la mesa y después el del lado de ella. Tiene un brazo corto, contraído, la mano en forma de cazo. Las vuelve a colocar en el taco que lleva en la mano de cazo como si fueran cromos que acabara de cambiar en el patio del cole

«La dama del perrito»

El hombre leía el cuento de Chejov tumbado en la cama de la habitación del hotel. Pasaba el tiempo y no la olvidaba, no se la podía quitar de la cabeza. Estaba seguro de que en la realidad, su asunto, era otra cosa. No era lo mismo un disparatado enamoramiento a bocajarro, que el amor verdadero, o lo que él creía que le pasaba, que estaba metido dentro de una de sus chaladuras. Pero este razonamiento no le impedía seguir chiflado por aquella mujer.  «_El tiempo pasa deprisa, y sin embargo, ¡es tan triste esto! -dijo ella sin mirarlo. » ««Algo hay de triste en esta mujer», pensó... » «-Hay gotas de rocío sobre la hierba -dijo Anna Sergeyevna después de un silencio.» «-Sí. Es hora de volver a casa. Y se volvieron a la ciudad.» El caso es que él se veía como   Dmitri Gúrov cuando pensaba en ella y en este momento ni estaba en un hotel, ni leía el cuento de Chejov, ni nada de esto que pensaba estaba ocurriendo. El hombre iba andando por la calle con las manos e

Un extranjero en la vida…

Por aquellos días ya no me podía soportar. Lo sentía así, como te digo, desabrigado por mis propias ideas. Pensando en la retroacción que es vivir. Buscando un no sé qué en la profundidad de las cosas. Empecé a fumar dos paquetes de cigarrillos diarios, a darle al güisqui más de la cuenta y al café americano, a no comer. Me miraba las palmas de las manos peguntándome por qué razón todo se había vuelto sofocante. Agarraba el vaso y me sentaba en el sillón a ver pasar la vida. La vida contigo, la vida sin ti, la vida con los demás, la vida, sin más. Siempre estaba dándole vueltas a eso. Somos actores, me decía, cambiamos de compañeros de reparto, nada más. Eso de nada más estaba siempre rondando por mi cabeza. El cerebro era un puto tren limitado por las vías, no encontraba más caminos. Pueden imaginarse que de esta salió, sino, no nos hubiera llegado esta carta.     Gijón, 23 de agosto de 2013 Antonio Misas 

La dentista tiene mendigos chinos en jaulas

Carmen, la dentista, le decía que pensara en una playa del Caribe de arena blanca. Que pensara en un Yate fondeado en una cala, en la mar turquesa, en el sol y en chicas bikini, en chicas rubias y morenas de cuerpos perfectos.  Pero él estaba metido en el barro hasta las rodillas, en la ciénaga de un pantano. Salían a flote rostros de ahogados de las simas entre las ramas muertas de los árboles muertos, sumergidos. El avión había caído en un bosque, pero él estaba metido en un pantano. Arizona Robbins había perdido una pierna en el accidente. Aquella pesadilla era en sí misma, un manicomio y, para que me entiendan, él no podía salir solo de ella, estaba recostado en el sillón de la consulta con un babero ridículo. Sentía que cada pinchazo en la encía era una luz que se apagaba. La piel blanca estaba empapada y los muertos en descomposición le miraban y se aproximaban, alargaban las manos blancas sin uñas. Estoy en el purgatorio de una puta pesadilla. Tengo que bajar la actividad cer

Las naranjas están sobrevaloradas

Mi madre dice que, si la fruta ya no es buena, que, si ya no es como la de antes, pero, que las naranjas te limpian. ¿Entonces, es buena? Ya no somos los de antes, la fruta es peor y nuestra vida es como fruta. A veces me parece que no sabe de nada, después de todo, recoge su opinión y opina por el simple acto de guardar la cola en la frutería o en la tienda de turno y luego viene y me lo cuenta. Lo mismo que hacemos todos. ¿Te limpia qué? Es como si se hubiera pasado todo el tiempo pensando en la fruta y repitiendo la misma canción. ¿Qué nos importa la fruta? Te limpia el alma. ¿Qué nos importa la fruta prohibida? Hablábamos de naranjas y eso era no comer una manzana. ¿Una manzana podrida? No, no morder una manzana cargada de inmoralidad y de sidra o de vinagre. Entonces todo lo que tiene que ver con dios tiene que ver con la fruta. No, tiene que ver con no comer manzanas, pero no con las naranjas. Dicen que una manzana al día nos evita acudir al médico…    La cocina hue

LaS pAlAbRaS

No pudo oír nunca más sus voces, ni leer sus palabras escritas, ni nada. Porque de pronto ellas decidieron que ya no le dirían nada. Dijo que dejó de soñar y de pensar en ellas, de amarlas, para alejarse del silencio. No sabía estar solo y ese efecto que produce el silencio del que necesitas que te hable, le hacía sentirse solo. No permitió a la razón que acusara ese dolor que produce el desafecto. Recordó a Miel, aquella chica sordomuda de Valencia que muchos años atrás le enseñó el valor que tiene que los demás te tengan en cuenta. El abandono de aquellas mujeres era un hecho.   Por primera vez se detuvo para descubrir a todas aquellas amigas y amigos que le hablaban, le sonreían, le escribían y le aceptaban con sus equivocaciones, sus yerros, sus desvaríos y sus putas meteduras de pata. Sacó el paquete rojo de PALL MALL y encendió otro cigarrillo. Tocó las monedas del bolsillo derecho y, con un gesto levantó la jarra vacía de cerveza para que le viera el camarero, son

Edificar una casa

para AOZ Eché a andar, crucé pasos de peatones, me cuidé de que no me atropellara un Tranvía y maldije esa ciudad. No quise ser yo ni que tú lo supieras.  No pude permanecer.  Me asfixié. Edifiqué una jaula para mí.  Fui mi extraño. Entonces necesité regresar para no perder la prospectiva. Observé los árboles que hacían sombra mientras se acababa la tarde. Vi a mi hijo jugar y pude abrazarle muy fuerte. Intentar hacer lo correcto… pero eso me impidió ser yo. Me dejó a merced de los otros, obviando nuestro presente.     Tuve que tomar distancia para saber quién me acompañaba en el viaje. Echarte de menos sería un buen lugar para edificar nuestra casa.  Madrid, 13 de agosto de 2013 Antonio Misas

Ahora toca la pata paraíso

Para Valentina De Paz Garmendia  Al principio, a la chica menuda, le afectó que quisieran prescindir de ella. Le trastocó los planes el asunto del despido. En las últimas semanas la vida había sido de lo más feliz, ya que ella y su novio habían decidido irse a vivir juntos. Había empezado a mirar pisos con ilusión, y al chico, con los ojos que te pone el agradecimiento. Los tiempos se iban cumpliendo en eso de la felicidad y ahora también estaba programado esto otro, lo inesperado. La inquietud.      Hizo un repaso desde que viniera de Venezuela. Prácticamente solo había trabajado en ese lugar y ahora la cerrarían las puertas para siempre. Sopesó su vida personal y se vio compensada con que, por este camino, todo iba mucho mejor por primera vez desde que viniera. Se abría una brecha en esta cosa estúpida del equilibrio. Una de las patas se quedaba coja, al menos eso es lo que decían las teorías manidas de los psicólogos. La intranquilidad.   Se puso el casco y la chaqu

La última excusa

El lugar no significaba nada, cualquier lugar. La vida a veces era un transcurso, quiero decir, daba lo mismo estar aparcado o pasando por ella. El calor, el frío, la lluvia, el verano. El ruido, el silencio. La luz, la oscuridad. Había solo que estar vivo. Pero ella apareció un día en la vida de aquel tipo, y alguien le dijo todo esto y él, se vio así.  Para él, evocarla era sencillo, venía solo, y detrás, todo esto. No había más. Los pequeños vacíos, los grandes vacíos y ella. Se jodió aquello de simplificar la vida. Se acabó permanecer envuelto de paz. Toda masa gris desplaza el mundo. La receta era saber dosificar aquello y reconocer que si alguna vez pensó que había estado por encima del bien y del mal, ahora era todo diferente. Se acabó. Solo con las ocurrencias necesarias se sale adelante y se consigue dormir bien. No era la primera vez que una mano agarraba su corazón. En su cabeza solo oía el ruido de la hora punta. Se repetía la imagen del mismo grafiti de siempre «s

Un poema para Lou

Lou me contó que año tras año, por su cumpleaños, su padre le escribía un poema. Preparaba y construía versos a su niña mientras rememoraba otros tiempos en los que compaginó la poesía con su carrera de Capitán. Y así se lo debía contar cuando se fue dando cuenta de que los días ya le iban restando sitio en este mundo, insistiéndole, al mismo tiempo, presteza. Por esta razón, en las últimas semanas quiso tener un poco más a Lou, verla un poco más cada semana para charlar. Era fácil con Lou. Ella fue durante toda su vida la niña que le escuchó hablar de su suerte. La vida había sido dura, pero Lou puso un poco de cordura entre tantas falsas esperanzas.       Álvaro se fue hace unos meses. Lou permanece inmersa en el duelo y muchos días nos cuenta cuánto necesita llorar. Otros días, simplemente llora. Antes de continuar, me gustaría dejar unos versos para su padre, Álvaro Alonso, in memorian, unos versos de Walt Whitman: Oh capitán, mi capitán  Oh Capitán, mi Capitán:

MALETAS

Henri y Lorna fueron siempre unos buenos vecinos. Henri esperaba a Lorna en el portal con las maletas preparadas, aquellas que les había regalado el banco cuando años atrás firmaron la hipoteca. Me entregó las llaves del piso y me abrazó. Lorna no quiso despedirse. Henri se volvió, levantó la mano y movió los labios diciendo adiós. Devolví el saludo y maldije mi trabajo. Los vi desaparecer por la avenida arrastrándolas.  Permanecí observando la calle hasta mucho tiempo después. Siempre supe que aquel día en el que por fin pudieran estrenarlas en un viaje, sería un día extraordinario.  Madrid Antonio Misas

Evanescente y primorosa primavera

La chica se puso las bragas a oscuras, agarró el resto de la ropa y abandonó la habitación. El hombre se había quedado dormido. Miró por el ventanal del salón y vio una mariposa revolotear entre las flores. Quiso tocar los objetos de aquel tipo que le había deslumbrado la noche anterior. Posó la ropa sobre el sofá y prestó atención a los colores vivos de los cuadros. Pasó la mano por la caoba del piano y leyó las letras doradas que decían:   Steinway & Sons, Patent Grand, New York. Cogió entre sus manos una fotografía antigua de una mujer sentada al piano, parecía hermosa. Todo le parecía armónico. Se acercó al espejo del recibidor, se quitó las bragas y observó su cuerpo desnudo, se detuvo en su sexo depilado, contempló sus curvas, sus pequeños pechos prominentes de pezones erizados y se sintió la mujer más bella de la tierra. Volvió a ponerse las bragas, se dirigió hasta el sofá y acabó de vestirse. Cuando salió a la calle le embriagó el olor de las flores, la luz, el c

Lo que tú ves es lo que tú oyes

Para Eduardo Sáenz–Hermúa Sanz (2)   WIM MERTENS WHAT YOU SEE IS WHAT YOU HEAR 07 The fosse Al final debió de cansarse porque nos dijo; nada es como digo. No tengo criterio para saber cómo deben de actuar, cómo deben de ser los otros. Nada me diferencia. Y yo pensé en cuando voy en moto por Madrid;  disfruta, disfruta joder. De qué sirve llegar antes, perderás el tiempo después, así que disfruta y deja de actuar de forma mecánica. Vive como si atravesaras la bahía. Es una sensación, todo, todo en la vida son sensaciones. Y él decía; a veces pasas largas temporadas juzgando a los otros, y en ese viaje, en los defectos de los otros, te asfixian tus prejuicios. En sus ojos empezaba a chispear la luz. Las bombillas se reflejaban sin fuerza en las mesas de aluminio. Iban a ser las doce, ya no había barullo. En la terraza habían pasado las horas, toda una vida. Su último discurso hablaba del valor que le sostiene, de lo que le ayudaba a permanecer aquí. Muchas veces querrí

La paz de las hojas muertas

Para Eduardo Sáenz–Hermúa Sanz  Aquel día amaba a las chicas que estaban al final del porche y lo proclamaba a los cuatro vientos sin importarle que allí, junto a ellas, estuvieran sus maridos. En medio de un ataque de euforia podía amar a todas las mujeres de la tierra y de regreso soñar, sentir la melancolía más insólita,  y echar de menos a alguna mujer bella con la que hubiera imaginado un mundo perfecto.  Los botellines nos hacían sentir bien pero era una cuestión de presencia, su presencia. La buena conversación estaba asegurada siempre que él estaba allí, no importaba de que habláramos,  del mayor disparate que se nos pasara por la cabeza o de cualquier tema serio.  Abundaba entre todos nosotros una sensación de bienestar cuando él estaba, a pesar de que en muchas ocasiones, algún arrebato apasionado suyo hiciera que alguien saliera mal parado, casi siempre le tocaba a Sonia. Con ella era una cuestión de amistad, y el dolor de la reprimenda daba paso al amor fratern