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Esperando nada

para Ángel Carlos Hernández Salas

Abrió el balcón y miró al edificio de enfrente. Pensó que la suerte se andaba tambaleando y que en los últimos días casi le había rozado. Sacó un cigarrillo del paquete de tabaco, se cambió la taza de mano y buscó el mechero en el bolsillo de la chaqueta.  Comprendió que buscar estabilidad tal y como estaba el mundo no era del todo un disparate. El poder que tienen los sueños, templa la desdicha de la gente y crea ilusión. Tal vez este año conseguiría alcanzar alguna pequeña meta… encendió el cigarrillo y dio un trago a la taza de café… después de todo, contemplar esa duda, formaba parte de la vida de cualquier persona.

Pensaba que el futuro se iba quedando corto y sabía que ya nada le conduciría lejos. La mañana era fría, dio un sorbo, apuró el cigarrillo y encendió otro.  Era tiempo de estar por encima de ese pensamiento, de lo contrario, ya no habría ventanas que abrir para entender más razones. Regresó a la cocina y volvió a llenar la taza de café. Esperar nada, era lo más prudente.  Alguien que anduviera un poco avispado por el mundo y pensará así, sabría que cualquier hecho extraordinario que ocurriera en su vida, simplemente se convertiría en un golpe de fortuna. Tiró la colilla mientras cerraba los ventanales del balcón y no vio como rebotaba en los adoquines negros y quedaba en posición vertical. Apoyó la frente en el cristal, cerró los ojos y se resignó a lo imposible de saber qué nos depara el futuro, como suceden todas y cada una de las cosas que nos pasan. 

Madrid 7 de octubre de 2012
Antonio Misas