El presidente del gobierno salía en el televisor devolviendo el Códice Calixtino a la Catedral de Santiago. En la barra del bar, un tipo decía que un presidente así, se dispersaba. El arzobispo le parecía un perfecto idiota pueblerino y si no fuera por el oficio del electricista, aquel, podría haber sido alguien como el legendario bandido de la edad media, que, aunque pudo, este forajido, no quiso ser Robin Hood. El camarero gordo, de piel pálida, se le pareció a aquel que escribía artículos en Libertad Digital, y que alumbraba a la gente de derechas en "la linterna", cuando le sirvió otra jarra de cerveza y puntualizó: La erudición es otra cosa, el presidente solo es polivalente. El televisor siguió dando las noticias, ahora hablaban de los recortes, el BCE y mediados del dosmiltrece. Todos miramos a aquel tipo, pero el tipo se puso la jarra de cerveza helada en los labios y todo fue silencio en la barra de aquel bar. Tras el escaparate se podía ver co
La realidad es lo que se puede describir con el lenguaje, es un lenguaje descriptivo, no la realidad en sí. Por eso “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” Ludwig Wittgenstein