Para Antonio Sierra y todos los demás.
Cuando se caga en dios a voces en la oficina, drácula se siente más
hombre, advierte con orgullo que trabajó durante un tiempo entre vascos.
A él le parece que todos comemos de su mano y piensa de sí mismo, que es
la encarnación de la excelencia. En entornos comprometidos, prefiere
denotar inteligencia, entonces tira de ironía para describir a los compañeros,
y eso le hace autoafirmarse. El tipo conserva aires del director que
fue en otro tiempo, y el traje del que intenta sobrevivir, todavía no le viene.
En la reunión del viernes nadie le guardo un sitio. Dracu levantó la
voz. Sus ojos inyectados en sangre exigían ese derecho. Su tono se quebró
cuando algunos le miraron como a un lobo solitario, otros ni se dieron cuenta.
Madrid 26 de febrero de 2012
Antonio Misas