En un vagón
de metro, el viernes treinta, la chica menuda iba leyendo Wilt sentada
entre dos tipos con cara de que se daban cuenta, que el mundo era solo un
yogurt perdido. Los viernes la luz del metro alumbra tus zapatos, y en
ellos se puede ver la suciedad de toda la semana. Puede que Wilt en ese momento
se encontrara en una barbacoa a punto de tener problemas... cuando la chica
menuda levantó la mirada y nos dio un repaso a todos. Supongo que pensó; es el
último viernes del año y son las ocho, el metro no refleja la alegría que hay
en las calles. Nos miró con arrogancia y vio tipos resignados a su suerte,
acojonados por los nuevos del Gobierno, tipos tristes atrapados en el tedio de
su vida, que beben cerveza y tratan de ignorar en todo lo posible a su esposa...
Nos bajamos
en Alonso Martínez y vi como la chica se perdía entre la gente por los
interminables pasillos del mundo suburbano de Madrid, donde nadie vive, donde
todo el mundo lee o piensa.
Al salir a
la calle, sentir el frío fue un lugar mejor.
Madrid, 31
de diciembre de 2011
Antonio
Misas