En cada semáforo hay una chica con botas altas.
Álvaro va detrás contando taxis. Yo he sacado el medio dólar porque hace tiempo
que perdí los amuletos del pensamiento. La otra mitad la tiene Andrés en
el Norte. Ya no recuerdo cuándo y dónde lo partimos. En la noche de Malasaña el
público está esperando a vivir y es imposible aparcar.
El medio dólar formaba parte de nuestra fortuna en
aquellos días en los que comíamos un menú en la Ford o en el bar Azul. En los
mismos en que desde el cueto de San Bartolo, oteábamos a unos muchachos que les
daba igual tomar un burdeos en el Quartier Latín de París, o unos vinos
de la tierra de León, en Astorga. Eran años en que empezábamos a detestar Madrid
y solíamos ir a Villameca.
En la mesa de la casa de tus padres, Pedrín dijo
una vez; “A mí el chorizo cocido, lo mismo me da meterlo en la boca que
tirarlo “pa” la carretera “y eso que decía Pedrín, hoy, muchos años después, es
la vida.
Madrid, 26 de noviembre de 2011
Antonio Misas