Marlene se largó un día y dejó a todo el mundo huérfano en este sanatorio. No
hacíamos más que mirar por la ventana a ver si la veíamos regresar con las
cazuelas. Pero en la calle vacía no hay figuras ni sombras y en el jardín de
atrás solo los gusanos se comen las manzanas.
Empezamos a hacer eso de vivir
sin ti. Fuimos desaprendiendo hasta arrancarnos las ilusiones y quedarnos
desnudos. No nos acostumbramos a leer filetes como suelas de alpargatas.
Incluso en una ocasión, soñé que yo era Randle McMurphy y por la mañana
quise matar al cocinero.
En
la mesa de la cocina permanecen las últimas fresas con crema muertas junto al amor de las moscas.
Nunca
había visto a nadie escribir tan bien, con tanto amor, en las cazuelas.
Madrid, 4 de octubre de 2011
Antonio Misas