Mi madre me dice que la prensa habla de la inauguración en
San Sebastián del Basque Culinary Center, la primera Facultad de Ciencias
Gastronómicas de España. Mientras me tomo
el café, pienso en aquellos primeros años, en los que de la mano de mi madre,
empecé a tener conocimiento del mundo exterior:
Tazas sucias de café negro y cajas vacías de centraminas,
libros abiertos de Ingeniería, folios con notas y bolígrafos bic, bragas usadas
de alguna chica sin nombre y camas desechas, cortinas tupidas siempre echadas y
ceniceros con montañas de colillas, ese era el olor de las bombillas de cuarenta
vatios en la oscuridad hasta que mi madre descorría las cortinas, abría las
ventanas y el sol entraba, apagaba la luz, intercambiaba algunas palabras con
aquellos estudiantes de Caminos a los que limpiaba el piso y se ponía a la
faena. Eran de Burgos y Valladolid, me decían que venían de la meseta. La
meseta era el frio.
Después bajaba a Puerto Chico, al restaurante La Marina y
trabajaba allí de cocinera hasta la tarde. Era mayo y las gaviotas
graznaban. El médico dijo que yo tenía anemia y mi madre dijo que iba a
acabar como los niños de África. Así que dejó el trabajo de cocinera en La
Marina y por la tarde leía El Padrino en el sillón mientras yo jugaba en la
alfombra...
A mi madre le gusta Ferrán Adriá y me dice que la prensa no dice que Ferrán Adriá no estuvo en la inauguración
pero sí que le pidieron expresamente formar un consejo internacional de sabios
y presidirlo.
Mi madre me cuenta que en el ochenta, Ferrán Adriá abandonó
los estudios y consiguió un trabajo como friegaplatos en un pequeño hotel donde
se inició en la cocina.
Madrid, 29 de septiembre de 2011
Antonio Misas